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Fotografía

Galería Endémica: Fuimos al “Baile de los Negros” en Lora, un ritual Euro-Pikunche que sigue vivo en nuestra región

por Claudia Araya

Bordeando el río Mataquito, el pueblo de Lora -parte de la comuna de Licantén, provincia de Curicó- guarda una de las tradiciones más antiguas y singulares del territorio: El baile de los Negros, una celebración que fue declarada patrimonio vivo por la UNESCO y que mezcla raíces mapuche, españolas y africanas, y que cada año vuelve a reunir a la comunidad en torno a la Virgen del Rosario. Se realiza el tercer domingo de octubre y para esta ocasión acompañamos a la comunidad para conocer más sobre estas tradiciones y compartírselos a través del registro fotográfico de Eduardo Arenas y el relato construido con la investigación histórica e información de Naidy Ponce, profesora de Historia, Geografía y Ciencias Sociales.

Naidy nos cuenta que “La colonización española tenía como uno de sus principales objetivos la evangelización. En el primer viaje de Pedro de Valdivia por el territorio de Chile, él traía imágenes o bultos que representaban a la Virgen del Socorro Perpetuo de la doctrina catolicista. Esta fue una idea que se potenció como medida de contrarreforma hacia las propuestas de Martín Lutero, quien no justificaba el uso y adoración de imágenes”, relata Naidy.

Y explica que “la primera doctrina cristiana del sector norte de la costa del Maule fue compuesta por Vichuquén, Lora y Huenchullami, donde existían distintos asentamientos pikunches”. En ese contexto, llegó la primera iconografía proveniente de la Real Audiencia de Quito: la Virgen del Rosario, una escultura de madera policromada que —según se estima— permanece en la zona desde 1585, según el relato de Bernardita Guerrero profesora y una de las encargada de la iglesia de Lora.

Con el tiempo, los habitantes del lugar crearon una leyenda que narra cómo la Virgen se aparecía en una quebrada, saliendo de su sitio original. Se dice que fue devuelta tres veces a la iglesia, siempre en procesión, hasta que finalmente decidió permanecer allí. Desde entonces, los mestizos del sector iniciaron su propia procesión para honrarla, en un ritual de composición euro-pikunche, donde conviven elementos de la misa católica con rasgos propios de los guillatunes mapuche.

Este rito conserva una disposición similar a la estrategia militar española. Al frente marcha el abanderado, quien guía la acción; luego vienen los pifilqueros, músicos mapuche que ejecutan la pifilka, instrumento de viento utilizado para entrar en trance en los guillatunes. Les siguen los tamboreros y los encuerados, hombres cubiertos con pieles de animales, que portan bonetes y espadas de madera adornadas con tapillas de botella que resuenan al moverse.

Las mujeres se incorporaron oficialmente al rito en 1969, a petición de un profesor de la Universidad de Chile que trabajaba en la zona. Desde entonces, se destacan por sus vestimentas tradicionales mapuches y por pintarse el rostro de negro con corcho quemado, un gesto simbólico que —como explica Naidy— busca “dar puesta en valor a las mujeres de color que fueron traídas como esclavas durante el periodo colonial”.

En la celebración, las mujeres danzan al ritmo de las pifilcas y tambores, siguiendo un compás muy similar al de un guillatún.

El párroco Ricardo Varas, quien ha acompañado por tres décadas a la comunidad, resume con claridad el espíritu de esta tradición: “Esta tradición del pueblo de Lora es mezcla mapuche, española y africana con cerca de 500 años”.

Texto: Revista Endémica y Naidy Ponce, profesora de Historia, Geografía y Ciencias Sociales / Fotografías: Eduardo Arenas.