Ilustraciones con tiralíneas, formas, trazos, infraestructuras, personajes. Personajes grandes, pequeños, con rostro, sin rostro, lúgubres, grises, libretas, libretas y libretas: Mezclero – Eduardo Gálvez.
Mezclero, o “el Mezclero”, como dice él cuando se refiere al artista, al creador, define su arte como introspectivo, un reflejo de emociones. Las formas abstractas, las raíces, los ojos escondidos cobran sentido en la perspectiva del espectador. Un espectador, que al observar debe ser tan pulcro, tan preciso, como Mezclero cuando se sienta a trazar líneas en sus libretas. En sus cinco libretas.

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Monky Coffee, Talca. Un lugar dado al arte, al coloquio, a los lectores. Eduardo viste con una camisa azul. Se sienta y deja sobre la mesa dos libretas. Pide un café capuccino, como casi todas las veces en las que viene aquí a dibujar, “porque tiene el amargo justito”, dice. La ambientación es apacible, otoñal; enredaderas al lado de la mesa, desde arriba cuelgan ampolletas y maceteros. De fondo suena “Fe”, de Jorge González.
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Eduardo nació en Talca, pero vivió su infancia y adolescencia en Villa Alegre, o “Villa triste”, como denominaría más adelante a una de sus secciones. Su enseñanza media la cursó en San Javier, una comuna aledaña.
Al finalizar el colegio decidió estudiar Pedagogía en Matemáticas, no por una pasión por los números, sino porque le parecía una opción económicamente viable, o al menos estable. Las clases, sin pensarlo, fueron el apogeo de su desarrollo artístico, porque mientras sus profesores hablaban de ecuaciones, teoremas y figuras geométricas, él dibujaba.
—Ahí me di cuenta de que el dibujo lo usaba para evadir las clases. En mi casa dibujaba re poco. En todo ese proceso decidí salirme. Vi la malla de Diseño Gráfico y dije: “ahí están todas las cosas que me gustan”. Yo no podía creer que era una carrera.
En 2016, Diseño Gráfico en la Universidad Santo Tomás. Profesores que se dedicaban a ilustrar, asignaturas centradas en el dibujo, una realidad que desconocía, pero que de alguna forma buscaba.
—A mi mamá se le derrumbó el mundo. Fue un proceso caótico. No lo tomó bien al principio, pero fue un apoyo que se fue construyendo de a poquitito porque se dio cuenta de que era lo que yo quería.
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Empiezan a ocuparse las otras mesas. Una mujer fuma mientras toma café, otros solo café, latte, capuccino, mokaccino. Los aromas se mixturan, se mezclan en el aire, como los colores y las formas en las dos libretas de Mezclero. Una la utiliza como borrador, aquí experimenta estilos, personajes. En la otra sigue una línea narrativa marcada, de colores blanco y negro, paz, incertidumbre, introspección.

Muestra la segunda. Personajes tristes, ventanas, baños de vapor japoneses, que pueden representar sueños, contemplación. “Este es un lugar en el que no vas a nadar, sino a flotar un rato”, dice Mezclero respecto a uno de los dibujos.
—Cada hojita, yo creo que puede tener una horita, hora y media. Pero estos requieren más tiempo, están todos a fondo completo. También son improvisados, solo que pienso un poquito más la idea, y claro, en esta no me puedo equivocar.

La libreta de práctica es mucho más colorida, se permite el error, la innovación, probar distintos formatos.
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Su primer referente fue Alfonso Letelier, profesor del Santo Tomás que se dedicó a diversos proyectos relacionados con la ilustración. Era el ejemplo de que se podía vivir de la disciplina. Sus compañeros también fueron un impulso, tenían proyecciones similares: ilustrar, dibujar, ser artistas. A diferencia del año anterior, todo fluía.
Y nació Mezclero, “el Mezclero”, el artista. El seudónimo representa su propuesta: mezclar colores, líneas, emociones. También representa su oficio. Si las personas que trabajan con zapatos son zapateros, si quienes trabajan con herramientas son carpinteros, Eduardo, que trabaja con la mezcla, es Mezclero.
En 2019, en el último año de su carrera, “Vagabunda”, el reconocido dúo de ilustradores talquinos, Pía Pulgar y Alejandro Cifuentes, le escribió para llevar sus trabajos a la FILIT Maule. Fue la primera vez que vendió una de sus ilustraciones.
—Yo siempre digo que la invitación de los chiquillos fue la primera señal de que me iba a dedicar a esto. Dije: “a esto le voy a dedicar tiempo”, y empezó una práctica súper constante.
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Su perfil de Instagram es blanco, gris. Las últimas publicaciones son más coloridas, aunque de colores tenues, pasteles, que conservan la línea introspectiva y un tanto lúgubre de las anteriores. La última es un edificio, o también podría ser un recorrido, si el espectador es pulcro, preciso. En la base tiene carteles de “free palestine”, “todo es posible”, “tira rostro, no basura”. En su estructura, ventanas y una especie de raíz o cola de serpiente que la va envolviendo. Más arriba, en la terraza, un barco de papel solitario.

—El color es una técnica mucho más lenta. Antes estaba en mi zona de confort, que era el tiralíneas. Esa expresión monocromática ya no me alcanza para contar lo que quiero. La expresividad se queda corta.
Su primera publicación fue en 2019, la ilustración de un perro delgado de extremidades que se prolongan en un sin fin de direcciones. “Mi perro”, escribe el encabezado. Luego, la sección “Villa triste”, una serie de infraestructuras con ojos que observan desde la oscuridad, como si estuviesen escondidos, atrapados. Representan su adolescencia, su vida en Villa Alegre.
“En Villa triste viven con poco”.“En Villa triste las cosas se mueven”.“En Villa triste domestican jirafas”.

En 2020, los edificios históricos, la Plaza de Armas de Talca, las escenas rutinarias como bajar una micro, se mixturan con los personajes y el mundo de Mezclero. Su pasión por la fotografía callejera, que fue anterior al de la ilustración, lo llevó a incursionar en esta propuesta.


El público empezó a conocerlo por sus reels. Se graba dibujando con una música lo-fi hip hop de fondo, con el tiralíneas haciendo movimientos precisos, elegantes, rellenando los espacios vacíos y con una narración que describe a detalle.
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Al finalizar la universidad, entró a trabajar en una ferretería, en un rol administrativo, sin trazos, sin tiralíneas, un trabajo formal. Herramientas, pinturas, tuercas, esa era la norma. Pero Mezclero, al igual que hace unos años en las clases de matemáticas, dibujaba la mayor parte del tiempo.
—Sin darme cuenta el dibujo me avisaba en los lugares en los que no debía estar. Una vez en la ferretería me retaron, me dijeron: “oiga, ya, no dibuje”… Al salir de ahí, el Mezclero tomó un peso más profesional.
Al año siguiente, en 2021, FILIT, la feria en la que hace unos años se vendieron algunas de sus creaciones, lo invitó oficialmente. “Fue mágico, fue mágico”, así lo describe el Mezclero. El público observaba, compraba sus ilustraciones y descubría; descubría a un artista de un estilo sin precedentes en la región. Luego participó en otras versiones de FILIT.
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Sus dibujos no son premeditados, nacen de la improvisación. En este momento dibuja uno, se acerca a la libreta, concentrado, el tiralíneas zigzaguea, y empieza con lo que puede ser un ojo o un anteojo. “Siempre empiezo por los rostros”, dice, y sigue. En tanto que dibuja habla de su infancia, de su percepción del sistema educativo, del interés de internacionalizar su obra en países de habla hispana: México, España. Ahora en la hoja aparece una mano, una mano que se distancia del rostro del personaje y que a su vez lo distancia de sí mismo.
—Puede representar la disociación. De hecho, todos mis personajes están disociados, medio en automático. El personaje no está sufriendo porque su brazo está separado, parece normal de hecho.

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Con los años Mezclero forjó una técnica, un estilo propio. Empezó a dominar las herramientas del diseño, lo que le llevó a la docencia, a hacer clases en el CFT San Agustín, en Talca. Inició con la asignatura “Lenguaje Visual” en la carrera de “ Técnico en Desarrollo de Videojuegos” y luego con “Forma y color”. Enseñaba el poder de las imágenes y las paletas de colores para narrar escenas.
Enseñar. Esa palabra se hizo una constante, una motivación para Mezclero.
—En 2022 yo estaba fuertísimo con la ilustración, llegaron las clases en el CFT y de alguna manera ya estaba preparado para poder enseñar. También estaba teniendo un buen alcance, así que dije: “qué tal un taller de ilustración”, y ahí empecé en Casa Maleza.
Casa Maleza es un espacio dedicado al arte y la cultura en Talca. Mezclero la describe como una “casona antigua con energía joven”. Aquí realizó su primer taller: “Taller de ilustración con tiralíneas”. Su propósito era enseñar a principiantes, a entusiastas del dibujo.
—Más allá de lo que les pueda enseñar, me gusta motivar a la gente a dibujar. La dinámica de los talleres es: “loco, suelta el resultado, atrévete, yo te voy corrigiendo, yo te voy diciendo qué te sirve más”. Súper personalizado, cero academia.
Con el éxito de estos, se propuso hacer talleres online, de los que han participado en su mayoría público internacional, que lo conoció a través de sus reels de Instagram.
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Un jardín de emociones. Eso es la vida para el Mezclero, un jardín de emociones que se riega y del que pueden crecer ramas, flores o maleza. Su última exposición se centró en eso. Fue en el Centro de Extensión de la Universidad Católica el 30 de abril de este año, y tuvo como nombre “Exposición Jardín”. Estuvo abierta al público durante dos semanas.
—Esta colección yo la hice pensando en que la gente se pudiera identificar con lo que le pasa en los dibujos. También habla de la introspección, no tanto como una introspección dolorosa, como la pena, sino que de las ansiedades, los sentimientos encontrados. Ese es el rollo de “Jardín”.
Para Mezclero representa un hito que determina su camino como ilustrador. Fue su primera exposición formal y la primera vez que crea una colección con un concepto determinado.
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Pedagogía en Matemáticas, Diseño Gráfico. Villa Alegre, Talca. Los sueños, la constancia, el azar. Eduardo reflexiona mientras el capuccino se acaba. Mientras se retiran de las otras mesas. Mientras de fondo suena “Por qué no se van” de Los Prisioneros.
—Fue muy raro mi camino, porque te juro que hasta hace muy poco yo no había tenido un sueño de dedicarme a algo. Recién cuando fui teniendo las oportunidades, le puse bueno. Pero fue positivo, porque si me hubiese puesto una meta fija, hubiese tenido frustraciones por cada día sin lograrlo, como les pasa a muchos alumnos. Hay una frase bien bonita que dice: “A veces estamos tan bloqueados con un sueño que dejamos de ver lo que es posible”.
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“Siempre ando en bicicleta, me gusta ir recorriendo las calles”. Se acaba el café y Mezclero retorna en su bicicleta azul de pista, probablemente a seguir dibujando, probablemente a terminar la ilustración que empezó en la mesa del café. A seguir dando forma a sus libretas, a sus cinco libretas, llenas de introspección, de emociones, personajes, enigmas y de blanco y negro.
