Entrevista con Maite Pizarro por Carola Castro.
Fotografías: César Castillo
Entre las calles de Gracia, en Barcelona, tuve el placer de conversar con Maite Pizarro, escritora, editora y doctora en letras hispanas de origen talquino. Fue un encuentro casual, descubrimos que el destino nos había guiado al mismo barrio que ahora habitamos como vecinas. Pero la casualidad no comenzó allí: mi compañera de piso coincidió con Maite, hace un tiempo atrás, en uno de los bares chilenos de la ciudad llamado “El Rusc”, sitio donde vendían aquellos tesoros de lo que Maite llama “el mercadillo de la nostalgia”. Fue allí donde surgió la oportunidad de comentarle sobre nuestro nuevo proyecto en Revista Endémica: “Maulinxs por el Mundo”. Maite accedió amablemente a la entrevista y nos proporcionó su contacto para hacerlo posible.
Nos instalamos en una de las plazas del barrio y comenzamos a charlar. Como no teníamos el libro “Dadme otra Monja Alférez”, su última obra, me mostró algunos diseños hechos por el músico talquino y al que describe como su acompañante de duelos, el mismísimo Diego Lorenzini, quien fue el artista tras el diseño del libro y de esta ilustración para vestir muñequitas de papel recortable que permite jugar con los roles de género.

Con Maite hablamos de su libro, que trata de la Monja Alférez, una persona no binaria, quizás lesbiana o trans. De la experiencia de vivir como migrante en el propio país y luego fuera de él. Sobre sus proyecciones artísticas e investigativas, y su perspectiva desde el otro lado del charco, sobre lo que podríamos llamar la nueva identidad maulina. Esta identidad intenta alejarse de la visión negativa del latifundio y se acerca más al humor y los memes, permitiendo un disfrute provinciano y periférico.
Respecto a tu trayectoria biográfica, ¿Cómo comenzaste en el mundo de la literatura?
Maite: Mi amor por la escritura comenzó en un taller de poesía en Talca. Publiqué mi primer libro de poesía en el colegio cuando tenía 17 años. Luego estudié literatura, pero me desencanté un poco del ambiente de los poetas, aunque no con la literatura ni la escritura en sí. Además, la carrera de letras no es muy creativa, es más analítica, así que dejé de escribir por un tiempo. Pasaron años antes de que volviera a escribir. En ese tiempo, hice muchos artículos académicos, lo cual es muy diferente a escribir un libro. Antes había escrito un libro de poemas: Virus gramatical, que escribí en cuarto medio. Fue una oportunidad para hacer una especie de compendio de poemas y fue lanzado en la UTAL.
¿Cuáles fueron tus motivos para salir del Maule y luego de Chile?
El estudio fue la mejor excusa para salir de donde vivía. Me fui a Santiago porque no había una opción similar en Talca para mí. Y en Santiago me quedé trabajando un tiempo. Esto es como una vacuna; te conviertes en una especie de extranjero en tu propio país al ser provinciano y mudarse a Santiago. Más adelante, no te cuesta nada irte a otra parte. La migración interna te prepara para emigrar a otro sitio.
A mí me gusta ser migrante porque implica tener curiosidad. Migrar es algo muy natural; la gente siempre lo ha hecho, es parte de nuestra naturaleza. Todo el mundo es de todas partes. Yo soy talquina, pero mis padres son de Santiago, mis abuelos paternos son del norte de Chile y mis abuelos maternos son de Navarra y Galicia. Hay un gen aventurero en la familia.

También participas de la editorial barceloní Somos Libros. Cuéntanos, ¿qué hacías allí? ¿De qué se trata?
Actualmente no estoy muy activa en la editorial, principalmente porque estoy dando clases académicas. En la editorial fui gestora cultural, correctora, seleccioné y propuse obras. De hecho, la Monja Alférez fue una propuesta de investigación. Luego, Lola, mi editora, la impulsó como idea de libro, incluso ella le puso el título.
“Somos Libros” tiene un enfoque de libros por el cambio dirigida a la infancia y aborda temáticas de medio ambiente, de género y rescate de escritores importantes. Llegué a trabajar como encargada de documentación de una colección de poesía llamada Mitades de una gota. Se me dio muy bien porque, con el doctorado, tenía muchas fuentes de información y me manejo bien en investigación. Cuando terminé el trabajo de documentación, comencé como editora y me tocó hacer una reedición del primer libro de Pasolini, que fue escrito en tres idiomas: friulano (*lengua romance hablada principalmente en el noreste de Italia), italiano y castellano.
Y ahora, en un plano más personal y artístico, ¿Cómo es tu proceso creativo?
Es más bien accidental, algo que todavía estoy buscando. Es bonito, pero desordenado. Estaba haciendo una cosa y, de repente, me descubro escribiendo un libro. Hasta ahora, sin casarme tanto con una opción, trato de traducir a un formato más amigable, algo que me parece muy interesante pero que es lejano, más bien relacionado con el lenguaje arcaico o anacrónico. Recojo libros o historias antiguas y las traigo a la actualidad.
Siempre pienso que si este libro de la Monja Alférez le gusta a mis amigos filólogos o licenciados en letras, bien, pero si le gusta a mi hermana que es ingeniera, pues mucho mejor. Mi trabajo se sostiene en lo científico porque me gustan los datos curiosos y me encanta que se esté volviendo una moda esto del cahuín antiguo. Hay muchos divulgadores que hacen eso en redes sociales, traen a la actualidad chismes históricos. Tipo: “Me enteré de un chisme del siglo XVII” y eso se convierte en una fuente de inspiración. Mi profesora de literatura española en la Católica nos planteaba los cahuines como algo con un gran potencial creativo e investigativo.

Y entonces… ¿Cómo compatibilizas el mundo de la editorial, estudiar, la tesis doctoral y escribir libros? ¿Cómo logras equilibrar estos distintos proyectos?
Lo logré porque eran cosas que sentía que nunca había tenido la oportunidad de hacer con las condiciones que tenía. Muchos me preguntan si el libro es parte de mi doctorado y no, es algo completamente diferente. Mi doctorado es sobre literatura medieval, que es mucho más antigua. La Monja Alférez es del siglo XVII, un poco más moderna. Sería una buena estrategia juntar ambas cosas, pero no lo hice así. Mi otra faceta de investigadora me permite hacer papers y publicarlos, y dar clases.
Sin ánimo de hacer spoiler, ¿Qué crees que refleja el libro en la sociedad actual?
Creo que esta pregunta es más bien una reflexión personal. Para mí, la Monja Alférez fue un ejercicio de imaginación orientado a la reflexión con una distancia irónica, histórica y geográfica. Ella es del Siglo de Oro, entonces, necesitamos esa distancia para que nos diga algo relevante hoy. La monja no es un personaje moralista; es una especie de villana. Es un embutido de ángel y bestia (citando a Nicanor Parra). Asesinó indígenas y estaba orgullosa de ello, sirvió al Rey, robó, era pendenciera y ludópata. Un personaje muy complicado, pero también una víctima de las circunstancias, una persona que no era libre en su piel de mujer, haya querido o no ser una mujer. No sabemos si habría querido reivindicar su rol en aquella época, donde hubo muchas mujeres disfrazadas de hombres y toda una tradición de la mujer travesti o de la doncella transvestida durante el Siglo de Oro. Muchas Juana de Arcos repartidas por el mundo, de Rosauras como en La vida es sueño.
Además, ser monja significaba tener acceso a la educación y mantener un estatus.
Sí, claro, era muy bueno tener una religiosa en la familia dentro de la nobleza. Los Erauso eran nobles. Rescato, además, la posibilidad de educación. Muchas mujeres sólo podían acceder a la educación haciéndose monjas, poder escribir y meditar.
Y bueno, hoy no tenemos la opción de preguntarle, porque ya no existe. Por eso el libro incluye una entrevista ficticia con tres ideas del personaje. Con la periodista Purificación Beltrán imaginamos a la Monja Alférez en un podcast. Esta es la segunda parte del libro, titulada “La misma historia”. En la presentación del libro hicimos una representación teatral de este podcast, en una especie de español antiguo, una simulación.
Aterrizando en el Maule, ¿Cómo ves el panorama de la literatura? ¿Hay alguna identidad o estilo característico? En mi opinión hay autores destacados, pero no podría definirlo como tal. Creo que Pablo de Rokha es un autor tremendo, pero no sé si ha influido en el resto de escritores maulinos.
Claro, Ema Jauch, Eduardo Anguita, hay personajes muy importantes. Creo que “el poeta de las tierras pobres” (Libro alusivo al escritor maulino Jorge González Bastías) podría representar un equivalente en esta historia. Siempre ha existido una identidad artística en el Maule, una identidad muy provinciana y alejada de lo que está pasando en Santiago y en el mundo. Y por lo mismo, una identidad que puede ser perfectamente la sinécdoque de la identidad chilena. Como que el Maule es a Chile, lo que Chile es al mundo
Más allá del Chile anclado en el fundo, creo que tenemos una identidad periférica. Estamos a tres horas de Santiago, pero a la vez estamos muy lejos. Por eso digo que el Maule, o más específicamente Talca, es a Chile lo que Chile es al mundo. Como chilenos, tenemos una identidad periférica. Somos felices cuando alguien nos menciona, es como “Mi país, mi país”, y por eso creo que Talca está muy feliz de aparecer en los memes, porque es lo mismo. No hay mala propaganda; por primera vez, alguien sabe que existimos. Hay una especie de melancolía en esa persona que sabe que no es vista. Esa es la identidad del Maule o, al menos, la que podríamos extrapolar ahora. En Talca hay muchas personas haciendo cosas y ya veremos cuál es esta identidad del Maule más adelante

Claro, es algo que se va construyendo y cambiando. Hablando de la sostenibilidad de la cultura en el Maule, ¿Crees que algo como Somos Libros se puede replicar o existen espacios similares?
Sí, claro Hay una poeta y profesora de filosofía llamada Daniela Sol, que no solo ha mantenido un contacto muy importante con México, España y el Maule, sino que además tiene una editorial propia llamada Espacio Sol Ediciones. Ella hizo una revisión de la obra de Stella Corvalán y es una edición gratuita. Hay cosas que están pasando con más fuerza incluso de lo que ocurre aquí. Supe de Daniela Sol porque me encontré con una doctora en literatura en Valladolid que había participado en una colección de poesía feminista de ella.
¿Crees que dentro de tu trabajo hay alguna práctica maulina que estés poniendo el escribir?
Me gustaría. Más que rescatar una tradición, quiero subirme al carro de la nueva identidad maulina. Me gusta mucho el sentido del humor que están teniendo. Me encantó cuando un grupo de estudiantes de arquitectura hicieron la demostración del completo más largo del mundo. Quiero ser parte de esto, me encanta este sentido del humor. Creo que siempre estuvo allí, pero ahora por primera vez se ve con buenos ojos. Es reírse de uno mismo, a eso me refiero.


Sí, totalmente, el derecho al humor propio. Me gustaría saber sobre tu visión a futuro, ¿Tienes proyectos artísticos o literarios en mente? ¿Cuáles son tus proyecciones?
Por el momento, quiero publicar varios artículos académicos, algo que ya estoy haciendo. Son artículos relacionados con los temas de mi tesis doctoral. Algunas vueltas de tuerca de algunas cosas, casi todas vinculadas, ahora sí, al rescate de la tradición, buscando esas huellas en la literatura latinoamericana o de la española contemporánea, de tópicos viejos. También, después del libro de la monja, siento que ya tengo la pachorra o la desfachatez de plantearme hacer un libro propio y quizás retomar la poesía, con la cual estuve tanto tiempo peleada, ya han pasado suficientes cosas como para no tenerle miedo a la poesía.
Respecto de Somos Libros, me encantaría volver a estar más activa, la editorial siempre me ha dejado las puertas abiertas para volver cuando quiera. Me gustaría hacer una reedición crítica de textos que he descubierto aquí, como el de Sebastiana del Castillo, una mujer que fue encerrada por su familia, se escapó, y luego mató a sus padres y a su hermano. Otra mujer malvada, pero fascinante. También me gustaría retomar un proyecto que tenía con Lola, llamado “Aunque la monja se vista de seda”, que era un compendio de monjas atípicas de distintos momentos históricos. Queríamos hacerlo en formato de décimas, un género que ha viajado mucho, desde Europa hasta Hispanoamérica.
Y teníamos otro proyecto sobre la literatura de cordel, una forma muy popular para difundir historias y conocimientos.
¿Y con cordel te refieres a… un cordel?
Sí, literal. En vez de colgar ropa, cuelgas hojitas. La literatura de cordel fue muy popular en Brasil y todavía lo es. Es algo que existe en el mundo hispano y a Lola y a mí nos gustaría retomarlo. Por ahora, tenía claro que debía empezar a trabajar y estabilizarme económicamente, porque antes estaba con becas de Chile. Ahora creo que puedo empezar a pensar en este tipo de proyectos.
