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Ilustradorxs del Maule: Pablo Durán, el ilustrador detrás del Correo Brujo

por Felipe Verdugo

Fotografías: Carolina Olave

Nota: Comenzamos una nueva sección en Endémica, se trata de Ilustradorxs del Maule, en donde mensualmente te compartiremos un perfil especialmente creado por Felipe Verdugo para poder conocer a exponentes de esta disciplina en nuestra Región.

“Martes hoy, martes mañana, martes toda la semana.”

Con esta frase, el ilustrador Pablo Durán inició la “Mateada bruja”, una actividad organizada por el Centro de Cultura de Talca el día 25 de mayo, en el marco del Día del Patrimonio. “Esto es una contra, una forma de protección. Para malas energías, para lo que sea que hablemos acá. Dicho esto, me puedo presentar…”

La “mateada bruja” es una dinámica que Pablo realiza desde hace algunos meses. Es una forma de construir y reconstruir relatos para su proyecto Correo Brujo del Maule. Participan, en su mayoría, adultos mayores que, luego de cebar su mate, se enfrascan en historias de antaño: diablos con forma de perro, brujos con forma de pájaro y chonchones mal agüeros que cantan sobre los hogares de familiares enfermos.

Hoy predomina un público joven, ávido de escuchar e intervenir. Se sientan en torno a una mesa de mantel morado, larga, en la que dejan queques, galletas y yerba mate. En otra, más pequeña se encuentran los “contras”: cruces de palqui, semillas de chamico, tijeras y herraduras.También los libros Folklore médico chileno y Folklore religioso chileno, del escritor Oreste Plath, y al centro, entre todos los elementos, el primer volumen de Correo Brujo del Maule.

“Mi nombre es Pablo Durán Troncoso. Soy diseñador gráfico y, desde hace varios años, recopilador autodidacta de este tipo de historias…”

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Pablo es de talquino, aunque vivió los primeros años de su infancia en Panguilemo, con su abuela Betsabé. Ella junto a su madre narraban leyendas campesinas, narraban también las experiencias fantásticas de su padre y su bisabuelo. Él las oía atento, aunque con cierto escepticismo; un escepticismo adolescente, empecinado en buscar lo racional, en llevar la contra.

La revista Caleuche Cómic, editada en Chile en 2005, fue su primer acercamiento al folclore mágico desde la ilustración. Durante ese período, también descubrió en la biblioteca de su colegio el libro “Geografía del mito y la leyenda chilenos”, de Oreste Plath. Al leerlo, le llamó la atención que las historias de su abuela transcurrían, de forma paralela, en otros rincones del país. Solo variaban en la forma y sus protagonistas.

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Días antes de la mateada, me reuní con Pablo en el Patio Rugendas, un café de Talca que tiene la particularidad de estar al aire libre, entre árboles, sujeto al bullicio de los automóviles que van a la Plaza de Armas o que desde allí siguen su curso. Llevaba un abrigo de cotelé y un sombrero negro.

Al entrevistarlo, busqué misticismo, busqué relato. Recordé la historia de un perro negro que mencionó en una entrevista. Es un gran ilustrador, pero también un recopilador de historias. Era preciso partir por ahí.

—Sí, eso fue un Año Nuevo. Se cortó la luz en todo el sector de Panguilemu. Y mi mamá había escuchado algo en la pieza de mi abuelo. Pensó que se había caído. Fue con una vela, vio que estaba acostado y que en la esquina de la pieza había dos ojos brillantes. Cerró la puerta, fue a buscar a mi papá y, cuando volvieron con una linterna, se dieron cuenta de que era un perro negro gigante. A mi mamá le da escalofríos acordarse. Dice que es el perro más feo que ha visto en su vida.

¿A qué lo atribuyeron?

—Es que a veces uno no indaga tanto en esas cosas, porque no sabes hasta dónde puedes llegar. El que busca, siempre encuentra, dicen por ahí… Pero luego conocí la historia de mi papá con otro perro negro, que también está incluida en el proyecto… Probablemente, la voy a contar en la mateada. Son esas historias que tengo que contar para que la gente entre en confianza.

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En 2017, luego de estudiar cuatro años de Diseño Gráfico en la Universidad Santo Tomás, Pablo realizó su proyecto de título. Se propuso reivindicar el folclore mágico del Maule a través de infografías que retrataran mitos y leyendas locales, no desde el temor, no desde el misterio, sino desde el humor y picardía propia del campo chileno.

Aprobó con una calificación baja. Esto le convenció de que ni la calidad de sus dibujos ni su propuesta gráfica tenían una proyección mayor, por lo que decidió dejar su proyecto a la vera.

En octubre, empezó a trabajar en la misma imprenta que meses antes había realizado su práctica profesional. Su rol: “Encargado de supervisión de procesos de impresión”. Recibía los diseños que le enviaban, los adaptaba al tamaño requerido y aseguraba un buen resultado. Una tarea que se alejaba de sus anhelos como diseñador. 

Luego dos años, renunció y se fue a vivir a Yerbas Buenas.

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Si antes Pablo tenía un “escepticismo adolescente”, ahora posee un “escepticismo académico”: más flexible, más llano a buscar respuestas… o a no buscarlas si no es necesario. Porque, como él dice, “el que busca, siempre encuentra”.

—Hubo un tiempo, como en 2016, 2017, cuando estaba muy metido en esa onda de los brujos, que me encontré lechuzas y pájaros nocturnos muy seguido. Estaba haciendo el proyecto. Yo traté de ignorarlo, pero toda la noche los escuchaba. Ahora que lo tengo medio en pausa, ya no los escucho. Pero lo voy a confirmar cuando lo retome a full…

¿Qué tanto del misticismo de tu obra hay en tu día a día?

—Eso no se dice —respondió a modo de broma—. Me gusta ver pinturas, arte antiguo que tenga elementos crípticos. Por ese lado, quizá lo más “ritualístico” que hago es que, en cada ilustración, meto alguna cosa medio ocultista, algún mensaje o un símbolo que solo yo sé lo que significa.

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En 2019 empezó a realizar diseños de poleras, e ilustraciones para las portadas de canciones del reconocido grupo maulino “Kuervos del Sur”, de quienes es férreo admirador. También volvió a hojear con más detención su proyecto de título.

Con la orientación de un taller impartido por la Universidad Católica del Maule, decidió postularlo al Fondart Nacional, y fue aprobado. En los lineamientos propuso publicar 55 infografías en seis meses. Pensó que sería sencillo. No fue así. Trabajaba desde las nueve de la mañana hasta la medianoche. Publicaba una cada dos días. Pese a las dificultades, esa regularidad permitió que más personas conocieran su proyecto.

En los comentarios de sus publicaciones constantemente le sugerían la idea de confeccionar un libro, en que se reunieran todas las inforgrafías. En principio no estaba de acuerdo, las redes sociales le parecían el medio más óptimo para que estos relatos fueran accesibles. Finalmente, se contactó con una imprenta, planificó la estructura, el diseño de las páginas, y en un año nació Correo Brujo del Maule, volumen I. Un libro de cubierta gruesa que, en 72 páginas, reúne la esencia mística de la Región del Maule.

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Mateadas, talleres de dibujo en colegio y ferias de ilustración, son algunos de los espacios en los que ha llegado el mensaje del Correo Brujo.

¿Qué ocurrió luego de la publicación?

—Luego de publicarlo, muchos ojos se pusieron encima del proyecto. En el primer año me invitaron a una feria en Chiloé que se llama “Chiloé Oculto”. Fui, de alguna manera, como representante de los brujos del Maule. El año pasado me invitaron también a una feria de ilustración en La Serena, cerca de Salamanca. Y acá en el Maule, también invitan a muchas cosas, he estado en muchos lados: Constitución, Vichuquén, Talca…

Imagino que tienes alguna historia favorita…

—Hay una a la que le puse “Esa vez que nos perdimos en Vichuquén”. De unas personas que se rieron de los brujos y después los brujos los perdieron. Estuvieron muchas horas dando vueltas por los caminos, sin poder salir ni llegar a Curicó. Cuando la publiqué, mucha gente me dijo: “Fui a Vichuquén y me pasó lo mismo”. En todas las historias, una persona misteriosa les indicaba el camino.

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En 2024, se sumergió en un nuevo proyecto, organizó junto al ilustrador maulino Paulo Gálvez “Completrazos”, la fiesta de los ilustradores del Maule. Ambos creían que era necesario democratizar el arte: sacar el trabajo de los diseñadores locales de las universidades y galerías para llevarlo a un público más diverso. Escogieron como sede el Centro Cultural de Talca.

En la primera edición, tras un catastro, seleccionaron a treinta ilustradores para que expusieran sus trabajos. También invitaron foodtrucks, músicos locales y expositores. Entre ellos el reconocido ilustrador talquino de mangas Elvis Garrido (Saikomic), ganador del premio internacional Tezuka (2020), y Erick Guerrero, ilustrador de cartas para el videojuego Marvel Snap. Esta diversidad de actividades permitió que más de doscientas personas recorrieran el centro cultural, motivando una segunda edición en 2025.

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Cuando Pablo habla de Completrazos lo hace con la emoción propia de quien hace un cambio, una transformación. 

—Nosotros nos quejábamos de que había eventos culturales, que quizá sin quererlo atraía a un público elitista. Dijimos que si queremos que esto crezca y que más gente lo conozca hay que mostrarlo. Pegamos afiches en los paraderos de micros, en las calles. Buscamos, también, auspicio de cosas que nos faltaban. Les hablamos a amigos para que hicieran charlas, también a músicos. No queríamos que fuera una feria, sino un festival.

Nos pusimos la regla, también, de no repetir los stands. Dijimos, en la siguiente edición tendremos “gente nueva, charlas nuevas, todo nuevo”.

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La entrevista terminó a eso de las 17:30. Su próximo propósito era la “Mateada bruja”, del día 25 de mayo. 

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“Martes hoy, martes mañana…”

Una pantalla proyecta ilustraciones que marcan el rumbo de la conversación: Santiguadoras, Contras, Tué Tués, Brujos, plantas medicinales. Pablo tiene en sus manos un mate. Guía la conversación con los relatos que recuerda de sus anteriores mateadas.

—Hay cosas que son más rebuscadas, que tienen un ritual. Por ejemplo, la cruz de palqui. Una persona me dijo que se debe dejar al medio de la casa para proteger. Otra cosa que se repite mucho es que, para que funcione como protección, se deben regalar. No se pueden comprar. O que la lana debe enrollarse cierto número de veces. Si o sí, debe ser roja…

—Sí, porque se supone que protege de los espíritus al imitar el color de la sangre —interviene uno de los oyentes, probablemente el más joven.

—Ahí en la mesa —continúa Pablo— también hay unos contras que son menos conocidos: las herraduras y el chamico. El chamico tiene una historia en este país. Es uno de los psicotrópicos que usaban los pueblos originarios en rituales. También se usaba para hacer venenos…

Pablo cambia la diapositiva. Aparece una ilustración sobre brujos. Habla de los brujos de Chiloé, de cómo se camuflaban en animales. Luego, de la Noche de San Juan y sus rituales.

—¿Hacen algo para la noche de San Juan?

—En un taller, alguien contó que su sobrina insistió mucho en pararse debajo de la higuera a las 12 de la noche, y la encontraron desmayada al otro día. Nunca contó qué fue lo que vio —relata una oyente.

—Yo —dice Pablo— una vez salí a la higuera y me dio miedo, no alcancé a estar hasta las doce. Era más chico… He escuchado esa idea de que la higuera florece a las doce de la noche. Y en un minuto debes subir a buscar tu flor y se te concede algún deseo. Son muchas pruebas las que hay que pasar para llegar arriba, no es llegar y subir, se supone que ese día está el diablo en la higuera, entonces de tira para abajo, te mete miedo para que no puedas llegar.

Luego de una hora y treinta minutos, terminó la mateada, que por momentos emulaba una escena del siglo pasado en algún sector rural del Maule. Donde el orador, con un mate en la mano, una fogata y una guitarra, narraba mitos, leyendas. Hoy no hubo fogata, no hubo guitarra, no era de noche. Pero hubo historia, experiencias y mate, mucho mate.

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