Entrevista a Juan San Martín por Carola Castro.
Fotografías: Jesús Caroca
En una esquina del Barrio de Gracia, junto a la Plaza de la Virreina, hay un espacio donde el graffiti no se vende: se vive. La tienda de Hand Mixed, con su atmósfera vibrante y su muestrario cromático, es un refugio para artistas urbanos, niños curiosos, y nostálgicos del arte callejero. Pero su historia no comenzó en Barcelona. Sus inicios fueron con betún negro y una esponjita, en las calles de Talca a fines de los años 90.
Juan San Martín, Diseñador industrial de la UTAL y graffitero desde los 14, ha construido una marca que hoy se vende en Europa y alrededor del continente americano, sin dejar de lado el instinto y la porfía que heredó de su familia maulina.
Te invitamos a disfrutar de esta primera entrevista de nuestra nueva sección de Revista Endémica “Maulinxs por el Mundo”.

¿Cómo surgió la idea de montar esta tienda tan particular?
Cuando era niño, mi mamá revisaba los bolsillos y las chaquetas para ver si escondía algo para rayar. En el ‘97 o ‘98, en Talca, hacer un tag en la calle era un misterio para muchos. “¿Qué es eso?” se preguntaban. Nadie lo entendía.
Por eso, aquí los lápices y marcadores están al alcance de todos, sin restricciones. Queremos que la creatividad fluya libremente, sin barreras. Es un espacio familiar donde puede venir gente de todas las edades, pero especialmente pensado para los niños.

-¿Y cómo estuvo la apertura?
Bueno… Nos robaron un par de marcadores y eso me bajoneó un poco porque somos una tienda pequeña, recién empezando, pero amigos con negocios en grandes ciudades me dijeron que es parte del juego.
-Tienes colaboraciones con marcas de ropa y de grandes nombres del graffiti, ¿no?
Sí, trabajamos con marcas como Sakura, Posca y Mitsubishi. Nuestro vínculo con Japón no es casualidad: allí se fabrican las mejores tintas. Hay marcas estadounidenses, pero la calidad no es la misma. También tenemos un proyecto de modificar consolas y, además, vendemos productos vintage.
-¿Cómo nació la colaboración con Sakura?
No es una colaboración formal. Todo empezó de forma “ilegal”, comprábamos productos de Sakura, los modificábamos y los vendíamos por nuestra cuenta. Con el tiempo, nuestro producto se volvió muy popular en Europa.
Entonces saltaron las alarmas en Holanda, donde está la sede de Sakura. Su primera reacción fue vetarnos: le dijeron a nuestro distribuidor en España que dejara de vendernos porque lo que hacíamos no era legal. Pero al poco tiempo, se dieron cuenta de que sus ventas se habían disparado—solo nosotros comprábamos alrededor de 150.000 euros en marcadores. Así que cambiaron de postura: nos dejaron seguir. No hay contrato ni firma de por medio, pero nos dieron luz verde, lo que convierte esto en una colaboración no oficial.

“El graffiti es instante, emoción y energía”
En Hand Mixed, vendemos marcadores de tag para firmar y hacer freestyle. Para mí, el graffiti es un acto instantáneo: saco el marcador del bolsillo cuando se alinean las variables —que no haya nadie mirando, que la superficie esté bien, que no llueva— y en tres a cinco segundos, la firma queda plasmada. Puede ser de día, de noche, a cualquier hora.
Hay otra forma de hacer graffiti, la más planeada: estudiar el movimiento de un tren durante un mes, elegir la pintura, hacer bocetos… Admiro ese proceso, pero no es lo mío. A mí me mueve la emoción del momento.
Un tag no es solo una firma, es un reflejo de quién lo hace. El grosor del trazo, la firmeza, la velocidad, todo cuenta una historia. Es la esencia del graffiti: el tag es el ladrillo con el que se construye todo lo demás. Y al final, ¿qué es lo primero que aprendemos de niños? Escribir nuestro nombre una y otra vez. Hay algo instintivo en dejar nuestra marca en el mundo.
-Me encanta cómo lo planteas. No estoy tan metida en el mundo del graffiti, así que tener tu visión es súper interesante. ¿Y esta nevera?
Aquí tenemos lo que llamamos el “tótem” de la tienda. Es una nevera antigua reutilizada con un aire retrofuturista que me encantó. Está para exhibir la evolución de Hand Mixed y nuestras colaboraciones, la estructura de la tienda representa lo que somos: una empresa necesita una base sólida, horarios y normas para funcionar, igual que el graffiti necesita comunidad, códigos y espacios para enseñar a los más jóvenes. Todos fuimos principiantes alguna vez.

-Volviendo al graffiti, ¿Cómo empezaste?
Más o menos en 1997, en Talca, cuando tenía 14 años. Todo comenzó por el fútbol, aunque yo no era futbolista. Mis amigos se sabían las canciones de La Garra Blanca o Los de Abajo y los primeros grafitis que hice fueron de la “U”, sin saber muy bien qué estaba haciendo. Solo sentía que me gustaba pintar, aunque en mi familia no había muchos recursos para que alguien se dedicara al arte. Nos alcanzaba para lo que alcanzaba no más.
-¿Y con qué rayabas en esa época?
Con ese betún Virginia, el de los zapatos, el que trae una esponjita. Ahora se llama MOP y es algo “pro”, pero en realidad era eso, betún negro. Lo conseguíamos en un supermercado de Talca que se llamaba Las Brisas, que ya ni existe.
-¿Y qué pasó después de los rayados de la “U”?
Primero “LDA” y luego me inventé una firma: Yakuza. Sonaba a japonés, pero yo no tenía idea quienes eran los Yakuza, lo saqué de una canción de Chancho en Piedra. En Talca se hizo famoso porque estaba en todos lados y, además, en ese tiempo nadie hacía graffiti, existían muy pocos tags.

-¿Cómo era el arte callejero talquino en esa época?
La verdad no había espacio para el arte, solo para sobrevivir. Y en Sudamérica sigue siendo así. Hay necesidades más básicas que cubrir, la gente necesita comer y trabajar. En mi familia, mi papá era electricista, mano de obra. Si querías dedicarte al arte, tenías que haber estudiado en un colegio privado, haber ido a la PUC o alguna universidad grande.

-Pero estudiaste Diseño Industrial en la UTAL, ¿no?
Sí, aunque primero pasé por Matemáticas, esa carrera me ayudó a entender la lógica, la geometría… pero álgebra nunca me entró. Al final, lo mío era pintar. Pero igual saqué la carrera de diseño industrial en los cinco años.
-¿Cómo conectas el diseño industrial con tu arte?
El diseño industrial es crear productos. Si solo dibujas en papel, es diseño gráfico, pero si lo levantas en 3D, es diseño industrial. La universidad me enseñó el proceso, pero mi mayor referente fue mi padre. Era maestro chasquilla, un diseñador industrial sin título. Construyó nuestra casa, sabía de todo. En Chile hay muchos como él.
-¿Y cuáles fueron tus primeras creaciones?
Pirateaba discos y DVDs para juntar plata y viajar. Pintaba fachadas por encargo. Luego vendía marcadores Sakura al por menor en encuentros de graffiti. Me ponía en la calle con mi maletita en navidad, pero no era un negocio, era más por estar ahí, conversar con la gente.

-¿Hay otro proyecto tuyo: Pinta Bien, este fue como un preámbulo de Hand Mixed?
Sí, fue una evolución. Necesitaba acercarme a un producto que de niño me prohibieron. Como cuando te dicen que no puedes beber hasta los 18 y terminas probándolo antes. Hay un mercado negro de lo prohibido.

-¿Y qué es Hand Mixed ahora?
Un sueño. No porque sea soñado, sino porque no tiene una base firme. Da para mantenerse, pero no genera grandes ganancias. A nivel europeo y mundial es una marca reconocida, pero flota, como un holograma.
“Hand Mixed es un sueño, una locura que se ha mantenido flotando durante años (…) Es como un holograma.”

-Igual tomaste la oportunidad y fuiste con todo.
Sí, sin pensar mucho. Tengo deudas y préstamos, a veces llego a fin de mes y otras no. Pero así es la vida, en el filo de la navaja. Sin previsiones y sin miedo.
Hand Mixed nació en Barcelona, en Poblenou, gracias a un estudio de diseño llamado Herokid. Ellos abrieron el espacio para que esto fuera posible.
-¿Y cómo recibió la comunidad de graffiti el producto?
Al principio, bien. Los grandes artistas apoyaron la marca emergente. Pero cuando Hand Mixed creció y colaboramos con Supreme en 2021, hubo un quiebre. Muchos que nos apoyaban se sintieron desplazados. Fue duro, pero es parte del juego. Como dice Ana Tijoux: “Cuando te va bien, te tiran pa’ abajo”.
-¿Hand Mixed impulsa el graffiti y el tag como arte?
Sí, demostramos que se pueden hacer cosas. Antes solo existían las marcas grandes, pero ahora hay muchas más. Inspiramos a otros a lanzarse. No somos una marca cerrada, mostramos los procesos y eso motivó a más gente a crear. Hand Mixed es un graffiti amigable, lleno de color e inocencia. Nació sin referentes, desde la ignorancia y el atrevimiento
“Hand Mixed no se hizo mirando a otros, sino desde la ignorancia y el atrevimiento. Es un graffiti sin referentes.”

-Vi videos de artistas probando tu producto en Rusia.
Sí, Wekman en San Petersburgo, un loco del graffiti que testea materiales.
-Entonces tu producto también ha migrado, está en varios sitios de Europa, Nueva York, Latinoamérica…
Sí, hoy puedes migrar con un clic. Lo importante es que haya gente que crea en la marca y quiera distribuirla. Aquí trabajamos con seriedad, a nivel europeo.

-¿Crees que hay algo de tus raíces maulinas en tu trabajo?
Sin duda. La fuerza de Mapuche. Como la carta del tarot del Caballero de Espadas: avanza sin miedo. Mi papá decía “más porfiado que mapuche curao”, y sí, Hand Mixed se construyó así, con esa terquedad, incluso ignorando un montón de leyes. Pero no voy a cerrar, pese a que a final de mes nos cueste.
-Persistencia hasta el final
Claro, como los perros que chocan con un Land Rover y el auto queda peor que el perro, tienen como una fuerza interna de “No voy a morir”. Esa es la esencia, la resistencia.