Hace un tiempo decidí nadar por el océano de la Gestión Cultural, así que decidí explorar novedades del otro lado del charco, llegué hasta el mediterrano directo a la Universidad de Barcelona. En esta aventura, no he perdido de vista las iniciativas que ocurren en nuestra Región del Maule y en el marco de uno de los trabajos universitarios tuve la oportunidad de entrevistar a Héctor Fuentes con la intención de descifrar los enigmas del rol de un gestor cultural. Como no quería que este conocimiento se pierda en una carpeta, me decidí a compartirlo con los lectores de Endémica.
Por Carola Lagos
Por si no lo sabías, Héctor Fuentes, además de ser actor, director teatral, también se dedica la venta de libros, fundó la Compañía de Teatro Al Margen, colabora con el Centro cultural El Galpón Al Margen y es el creador y propietario de El Campo Cultural Llongocura, un espacio cultural ubicado en Curepto, donde ha dado vida a dos Anfiteatros Naturales y una Sala de Cine, además es el escenario de la Trilla de las Artes de Llongocura, evento dedicado a las Artes Escénicas.
Conversamos con él desde la comuna de Villa Alegre, donde hace un par de años se inauguró La Testaruda, el Museo del Teatro Maulino, allí cuentan con una sala de teatro de cámara y desarrollan frecuentemente espectáculos teatrales y conciertos de música principalmente de manera autogestionada. Desde la distancia, hemos mantenido una conversación sobre los equipamientos culturales de la región, donde destaca la diferencia entre establecer un espacio en el centro neurálgico del país y trabajar en lugares más remotos.
¿Cuáles podríamos decir que son los principios que tienes para desarrollar un proyecto cultural en un territorio?
Bueno, primero instalarse con un espacio cultural, pero también no traicionar el proyecto. Ocurre mucho que los gestores se tensionan con las dificultades de la convocatoria de los públicos, y empiezan a ofrecer una programación que no difiere de lo que ya consume, que está bien, es parte de pero cuando uno tiene un proyecto, no tengo que traicionar eso, si no empiezas a hacer actividades que no producen cambios. Pienso que no se debe perder el eje o la perspectiva. En mi caso, tengo, además, un segundo objetivo, que consiste en difundir y dar espacio a la creación local en las diferentes disciplinas artísticas, en donde es la estrategia la que cambia. En Llongocura me dicen, usted debería traer grupos de rancheras, yo digo, bueno, las rancheras, muy entretenidas, pero ustedes ya pagan por las rancheras, yo quiero que el público, escuche otras formas musicales, o que incorpore otras expresiones artísticas como el teatro, la literatura, el cine, en fin, todo.
Hay otro eje, generar espacios para la difusión de nuevas creaciones. Podemos dedicarnos a difundir productos que tienen un reconocido valor artístico y son validados por la cultura oficial, pero, ¿qué pasa con los nuevos creadores? ¿Los nuevos elencos de teatro? ¿Las nuevas propuestas musicales? ¿Cómo esos creadores tienen espacio? Ese es un rol que debemos cumplir como gestores, difundir la creación emergente, y más aún cuando hablamos desde el territorio, es la creación de este territorio la que se debe expresar.
También nos comenta un cambio de paradigma: entender que los públicos no son pasivos, sino que cada vez más activos. Por lo cual es esencial tratar el fenómeno cultural como una experiencia de inmersión en el mundo artístico, una experiencia significativa de transformación personal.
Creo que hay otro fenómeno que está ocurriendo, percibo que hoy día la sola apreciación del producto artístico, que es la manera clásica de aproximarse al arte, ya no es suficiente. Pienso que eso ya pasó a la historia y ya no basta la obra por sí misma, tú no consumes solo un producto, un concierto o una obra teatral. Ahora nos movilizamos para vivir una experiencia y esa experiencia incluye no solamente la apreciación de una obra artística, en el paquete se incluye el contexto o el lugar, el territorio, el ambiente. ¿Sigue siendo muy importante la obra? Sí, sigue siendo importante. A veces es lo fundamental, pero también es importante que alrededor de eso ocurren muchas otras cosas. Eso podría explicar que, por ejemplo, en el caso de La Testaruda el público se convoque fácilmente y se llene y que no ocurra lo mismo en el teatro municipal de Villa Alegre, por ejemplo.
“la cultura no se consume, se
produce (…) el espectador
tampoco es tan pasivo, sino que
es activo, es parte del fenómeno”
Es lo que definimos como el ambiente. “El grupo musical que querías ver o acompañar al lanzamiento de su nuevo proyecto, y después te quedaste con ellos, conversando y sin darte cuenta, pasas a ser parte del proceso cultural. Dejas de ser sólo consumidor de ese proceso. El Toño (colega gestor cultural) acuñó una frase que dice que “la cultura no se consume, se produce”, por lo tanto, el espectador abandona su rol pasivo, asumiendo un rol activo, siendo parte del fenómeno”.
En el territorio como el Maule, que es predominantemente rural, ¿cuáles son los desafíos más significativos y cómo has podido salir adelante en este entorno rural?
Sí, primero que nada, soy actor, la vida me la gano como actor o vendiendo libros. Otra cuestión es mi proyecto cultural, que va a contracorriente de lo que se considera una gestión con impacto cultural. He postulado muchas veces la Trilla de las Artes a los fondos concursables y este año, como de costumbre, no estuvo entre los elegidos, pero este año en particular, fue más terrible aún, porque de la clasificación que hicieron en estos proyectos regionales, ganaron solo 6, 4 quedaron en lista de espera y unos 25 quedaron como “no seleccionado”. Que, en términos prácticos, es como que te dijeran, “tienen méritos suficientes para adjudicarse si es que contáramos con más recursos”. Pero existe una cuarta categoría, los “no elegibles”, que en otras palabras es como si te dijeran “aunque tuviéramos recursos suficientes, ustedes no merecen ser seleccionados”
Y ahí estaba la Trilla. Por supuesto, no era por razones administrativas, porque cumplía con todo lo que había que hacer. O sea, no era elegible desde un punto de vista ideológico, no desde un punto de vista técnico. Es decir, el proyecto de la Trilla de las Artes a la institucionalidad o a la mirada oficial, simplemente no le parece. No hay razones técnicas, hay razones de cómo entendemos la gestión cultural. Y bueno entonces me dije, este es un proyecto que no lo debo postular más, porque es evidentemente contracultural, porque lo contracultural en general, es aquello que lo cultural rechaza, porque lo considera de poco valor.
“Yo represento un poco eso, lo contracultural,
porque lo cultural es lo oficial.
Ahora ¿Qué es lo poco interesante de lo oficial?
que sigue repitiendo las mismas fórmulas y no hay cambio,
porque obedece a un sistema que autoreproduce”.
Este enfoque abre la puerta a un nuevo tema: la colaboración y asociación entre artistas, productores, gestores, técnicos, amigos y colaboradores locales e internacionales para dar vida a un proyecto común, mediante una forma de financiamiento asociado a la Economía Social. Héctor utiliza métodos como el micromecenazgo, el voluntariado y el banco del tiempo. De esta manera, lidera un equipo de producción que ve este proyecto como un esfuerzo colectivo y se compromete a trabajar durante el periodo estival. De hecho, la edición 2024 del festival se tituló “Es mejor tener amigos que tener Fondart”.
Como me parece más interesante y más vivo lo contracultural, entonces me reconozco y me asumo como gestor contracultural, eso implica que mi proyecto lo tengo que financiar yo. De esa constatación surge el “es mejor tener amigos que tener Fondart”. Y los primeros en recoger el guante fueron los músicos y la Trilla de las Artes de este año se llenó de música, el teatro quedó un poco relegado, porque en general estamos pobres de teatro en el Maule últimamente. Y fue un éxito. Me dije, bueno, tengo plata este año para atender bien a los artistas y para todos los costos fijos, entonces hice el llamado. La convocatoria fue tan exitosa, que incluso, tuve que dejar fuera grupos musicales, porque la parrilla de programación se completó rápidamente.
Además de ser una experiencia para los espectadores, también lo es para los creadores. Después de finalizada esta última Trilla de las Artes, llegamos a un acuerdo con el equipo de producción, que es uno de los costos más grandes del presupuesto, la mayoría a su vez, son creadores (actores, músicos, artistas circenses). Ellos me preguntaron ¿El próximo año la vas a hacer de la misma manera? Mi respuesta fue afirmativa, su respuesta fue “Bueno, imaginemos entonces que en la segunda semana de enero no ganaremos dinero, pero hagámosla como hay que hacerla”. Y bueno, yo me comprometí a atenderlos con el alojamiento, como siempre en un entorno muy bonito y en un ambiente muy agradable.
Uno de los beneficios que destaca es que el trabajo financiero es mucho menos arduo. Al no depender de fondos, no hay necesidad de lidiar con la burocracia posterior. Solo es necesario un cierre financiero del ejercicio para efectos de la organización puntual.
Una de las fuentes financiamiento es el aporte voluntario de los espectadores y los amigos creadores y gestores de Chile y el extranjero que alguna vez han sido parte de esta experiencia y la otra es ahorro de dinero durante el año para cubrir los costos que no son de honorarios (transporte, alimentación, estadía, difusión, técnica, construcción de escenografía). Esta última versión se financió así, y la mayor ventaja es que al final no tengo que estar rindiendo, ni corrigiendo informes presupuestarios y administrativos, “que te faltó ponerle la resolución, te falto el folio, etc.”. Al día siguiente de terminado el Festival, cuando se guardó y devolvió todo lo que es parte de la post producción y pude seguir mi vida tranquilo. Entonces me dije, en realidad no es tan malo, finalmente se puede hacer, solo hay que tener amor por hacerlo. Nunca habrá números azules y siempre voy a tener que meterle plata. Pero bueno, mi ganancia será haber hecho este aporte como gestor cultural.
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