Tejedoras de palabras: Silvia Rodríguez Bravo, la poeta que hilvana versos
Por Claudia ArayaSilvia Rodríguez Bravo (San Javier, 1964) no es una poeta desconocida, por el contrario, posee una gran trayectoria literaria que la hace reconocida por sus pares a nivel nacional e internacional. Para consolidarse como tal, Silvia se ha ido esculpiendo de manera autodidacta, completando una prolífica obra. Ha publicado libros como: Entre la poesía y yo (Autoedición, 1993), Versóvulos (Safo,1998), Profeta de bares (Mosquito Editores, 2002), Diario de una cesante (Lar, 2008), Año Bisiesto (Mosquito Editores, 2012), Anatomía de un Insomnio (Torremozas, 2016) y Ultrajada (Mago Editores, 2020).
Por Lilian Barraza P., Magíster en Educación de las Humanidades, Literatura y Artes, Máster en Educación, Organización y Gestión Centros Educativos.
Fotografía de Silvia Rodriguez Bravo
Leer a Silvia Rodríguez es encontrarse con poemas que develan su ser más íntimo, ataviado de noches, bares y metáforas: Tuve que reinventarme el vientre/ el camino que llega a mi cintura/ comenzar otros días, otra muerte/ y poblar el silencio acumulado/ a orillas de mi rostro. (“Renacimiento”. Profeta de bares). Su poesía no se abanica –observante– desde la esquina, sino que vocifera, golpea, transgrede desde los espacios marginados: Es aquí cuando entiendo que infierno y cielo/ no están después de morir/ existen como yo, a diario, en cada noche/ por eso ya no sufro y tan solo bebo. (“Trapecio de lo infinito”. Profeta de bares).
Su glosario poético, como buena escritora, está hermanado al oficio ancestral de reunir una hebra a otra para formar un tejido, un bordado: Me enhebré la luna en el ombligo para iluminar el sol, la tierra, los astros (“10 de la noche”. Anatomía de un insomnio). Amanecí enhebrando horas/ a orillas de la noche… (“Renacimiento”. Profeta de bares). Ovillada frente a la tarde/ muerdo las horas con la mirada… (Diario de una cesante). Sostenme la soledad ovillada en los semáforos… (“Delirada en ti”, Anatomía de un insomnio).
Del mismo modo, palabras como: útero, parir, óvulos, se reiteran en su poética: …Lamida por lenguas emancipadoras/ contemplo en los vidrios el útero de la noche… (“Cansancio mujeril”, Versóvulos). …Desde hoy ejerceré mi poder uterino/ no pariré presidentes ni senadores/ no pretendo destronar a nadie/ ni vengo a levantar un nuevo imperio/ simplemente cuelgo la escoba/ y me declaro asceta de plazas y bares… (“Liberación”, Profeta de bares).
La poeta hace carne sus vivencias. Su poesía exhibe la realidad imponente de las injusticias. Sin pudor, agrega a su libro Diario de una cesante (Lar), una performance con fotografías donde el desnudo incrementa la soledad y la incertidumbre de quien está desempleado/a en una “ciudad que no le brinda refugio…que no la acoge”. Es el desnudo de una mujer que doblemente se avasalla y sojuzga, porque siempre para las mujeres la escalera “está más cuesta arriba”. En conjunto, las palabras se acoplan con las imágenes del boleto del micro, la boleta de la colación y ella, caminando desnuda junto a su maletín y una carpeta con currículum:
Cesante
con todo el tiempo
para oler esquinas
afeitar el viento
mascar las horas por horas
y horas
hasta tragarme un día entero
pienso
qué hacer con tanto ocio
colgando
del pañuelo.
Ultrajada (Mago Editores) hace eco de los gritos y pancartas feministas, atestiguando la macabra realidad vivida por niñas y mujeres; aquella que muchas veces se disfraza con eufemismos o se silencia. Ultrajada plasma el nefasto y violento suceso ocurrido a Belén, 11 años; Pamela, 27 años; Jacqueline, 25 años; por nombrar solo a algunas. En total, el libro se articula con cuarenta poemas-testimonios de mujeres de todas las edades, con diferentes profesiones u oficios, que han sido violentadas de todos los modos posibles en una sociedad que calla:
aquello que
no se pronuncia en la mesa
que solo se muerde
se pesadilla
se rumia en los rincones
no sucede en nosotros
aunque existe,
no sucede. (“Etelvina, 28 años. Arquitecta”).
Miro entre las ramas del árbol
cómo el cielo deja caer una estrella,
mientras un golpe de hormigas frías
entran a mi cuerpo(…)
éramos tres dentro de la noche:
él
yo
y un cuchillo clavado en mi costado. (“Alejandra 15 años”).
Este libro y, en general la obra poética de Silvia Rodríguez Bravo, se introducen resueltos en las hendijas más recónditas de aquello que no se confiesa y acomete en nuestras emociones. Las letras se urden en un hilo rojo como la sangre de las violentadas, las asesinadas y, se entierran desgarradoras en nuestras palmas. Es el verso desvestido, directo; pero retórico, lo que inscribe a la “profeta de bares” en los registros de nuestra memoria, como una reconocida escritora de la Región del Maule.
Si quieres leer su libro Ultrajada, lo puedes adquirir en la Librería Byblos, Talca.
También puedes encontrar más material de la poeta en:
Letralia, Mujeres de puño y letra , La Vanguardia, Conocer el autor
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