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Jorge Rojas: “Yo vivo en el periodismo”

Por Claudia Araya

A principios de 2002 el linarense Jorge Rojas se fue a Santiago a estudiar Periodismo. Su práctica en el The Clinic lo llevó por un camino sin retorno en la investigación periodística. Ha ganado premios y reconocimientos. Su primer libro “Empresarios Zombis” junto a Juan Andrés Guzmán, reveló la forma en cómo empresas muertas, fueron devueltas a la vida para que grandes empresarios como Sebastián Piñera y la familia Luksic eludieran miles de millones en impuestos.  Ahora, Jorge irrumpe en la escena nacional con “Nosotros no estamos acá”, un libro en formato de crónicas que nos entrega matices a la polarizada conversación sobre la migración en nuestro país.

 

Antes de ser un  destacado periodista a Jorge lo conocimos haciendo malabarismo en la plaza de Linares junto a Jorge Muñoz, su amigo y director del espacio cultural La Pala. “Yo comencé a hacer malabarismo como a fines de los 90, estuve casi toda la media. Eso partió por curiosidad, alguna vez vi a un primo haciéndolo y me llamó la atención. En esos tiempos no había internet, no habían tutoriales; habían revistas y libros y yo aprendí así, mirando y practicando. Formamos una especie de compañía de circo en donde básicamente jugábamos”, recuerda.  En esas épocas,  la plaza era el centro de encuentro social para las y los jóvenes de enseñanza media, por lo que eran reconocidos sus números  artísticos.

Jorge Rojas a la derecha con pantalón café.

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El malabarismo no solo fue una entretención juvenil sino también le ayudó como disciplina. “Lo interesante de esto es el aprendizaje. Jorge (Muñoz) incluso hizo una escuela de esto. Pienso en cómo hay situaciones que te cambian la vida, que te la pueden salvar. El malabarismo fue una de las primeras cosas que me salvaron la vida, no en el sentido literal, sino que más bien me mantuvo ocupado en algo que desconocía y que me hizo encontrar un método de aprendizaje. Ahí uno está constantemente fallando y el error es esencial en el trabajo que realizo. Estar equivocado y no frustrarse por eso, sino que encontrar la manera de aprender de ese error. Me gusta mucho más quedarme y ver el proceso, que conseguirlo de inmediato. De alguna manera eso tiene que ver con la manera que estructuro mi proceso creativo”.

 

¿Cuántas cosas caben en un bolso de un metro de largo?

El segundo libro de Jorge comienza con esta pregunta, alguna vez también se la tuvo que hacer, cuando debió partir en busca de sus propios sueños. Linares no ofrecía opciones universitarias y quien quisiera hacerlo estaba obligado a migrar. Eligió Santiago como su lugar de exploración y la vida le cambió de forma radical. “Es bien interesante como de un momento a otro tu rutina te cambia. Estudiaba en El Rosario y vivía a tres cuadras del colegio. Me iba y volvía caminando, salía cinco minutos antes de entrar a clases. Acá llegué a estudiar en Providencia y a vivir en Maipú, entonces fácil una hora veinte arriba de una micro. Esos procesos son bien interesantes porque te generan una especie de shock. Yo venía con la cabeza abierta a recibir estímulos. Habitualmente caminaba mucho porque me interesaba explorar la ciudad. Eso de alguna manera ha servido harto en cómo abordo mi proceso periodístico”. Este camino no fue fácil, los primeros años vivió dos asaltos, esa fue su bienvenida a la capital.

El periodismo, como forma de vida

Para Jorge el estudiar periodismo era una certeza. “Yo siempre tuve la inquietud, al principio con las noticias más que nada. En mi casa compraban 3 veces por semana el diario. Mi mamá lo adquiría por las enciclopedias y mi abuela y yo lo leíamos. Tenía 10 años en esa época y no entendía mucho.

El resto de los días iba al negocio de un caballero y se lo pedía (el diario). Me compraba un par de chocolates y me ponía a ojearlo. No recuerdo haberle puesto tanta dedicación, pero desde ahí puede venir el interés.

Yo siempre tuve claro que eso era lo que yo quería,  pero cuando entré a estudiar no sabía a qué me quería dedicar,  fue todo un descubrimiento. El periodismo fue mutando y fui encontrando cosas que me agradaban más. A mí me atraía mucho más la escritura que la televisión o la radio, por ejemplo. Cuando me tocó elegir la práctica decidí irme al The Clinic, un lugar en donde no me pagaban pero me daban la oportunidad de proponer temas y hacerlos yo, investigarlos yo, aprender de lo que a mí me gustaba y emplear la forma de aprender que había adquirido con el malabarismo, y que es el error. Reportear, equivocarte y reportearlo de nuevo. Escribir, equivocarte y escribirlo de nuevo. Como que ese lugar se acopló al modo que yo tenía de aprender las cosas. Me sentí tan bien aprendiendo a hacer periodismo que me quedé 12 años allí”.

Rojas también ha sido parte de Radio Futuro y Concierto. Actualmente trabaja en Revista El Sábado de El Mercurio.

La voz de los invisibles: “Contar historias que no están siendo rescatadas y darles esa oportunidad de ser narradas”

Al revisar algunos de los textos que más rescata de su propia carrera, encontró un elemento en común: en todas, los protagonistas eran personas desconocidas que no recibieron gran atención de parte de los medios. “Me puse a buscar algunas de las historias y crónicas que más me habían gustado y todas eran sobre personajes anónimos para el común de la gente. Son historias muy humanas que yo sigo considerando que merecían ser contadas y que lo mejor es que no desaparecen ni mueren con la contingencia. Como la historia de un joven de Rancagua que se murió dentro de un frigorífico y que titulé “El muerto que nadie buscó’‘. Era un temporero que se metió a escuchar un partido del Colo- Colo en una cámara de frío que estaba abierta. Se metió para que no lo pillaran y se le cerró la puerta. Un mes después alguien la volvió a abrir y ahí estaba, muerto. Esas son las que me llaman harto la atención, especialmente porque me permiten conocer otros mundos, que es lo que a mí más me fascina del periodismo.

He tenido la suerte de trabajar en medios que han tenido harta audiencia, así que me interesa tener bastante pauta propia, poder contar historias que no están siendo rescatadas y darles esa oportunidad de ser narradas. Darle un sentido mucho más allá de lo anecdótico, también pongo por delante el hecho de que nací y crecí en una provincia entonces me interesa que puedan llegar a medios de difusión nacional”.

Pobre el que no cambia de mirada

En el año 2007 comenzaron a llegar los reconocimientos, primero fue el premio “Pobre el que no cambia de mirada”, en la Categoría Reportaje en Prensa Escrita con “Cómo ven los niños a La Legua”. En el 2013  vendría el Premio de Excelencia Periodística de la Universidad Alberto Hurtado con su crónica “La partida de Hugo y Teresa” , y vendrían más nominaciones. “Yo era medio ignorante respecto a los premios hasta que mis compañeros empezaron a postular. Las primeras veces igual es rico ese reconocimiento porque tu trabajo está ahí, lo leen otros pares, te lo comentan y lo critican. Lo que considero que es el mejor ejercicio del periodismo, abandonar el ego y que otras personas te lo critiquen y te puedan decir: mira ¿sabes qué? en verdad yo lo habría escrito de manera distinta, o  faltó esto. La verdad es que mi trabajo no está enfocado en ganar un premio, a mí me mueven otras cosas, me mueve la curiosidad.

Yo lo veo más que como un trabajo, lo veo como una militancia, una vida. Yo vivo en el periodismo. 

 

Pararse sobre los hombros… El camino a los libros

La idea de escribir libros fue una evolución natural de este proceso y siempre le habían provocado curiosidad. El primero fue “Empresarios Zombis”, lo armó en tres meses junto a quien fuera su jefe, Juan Andrés Guzmán.

“Juan Andrés que se fue a Ciper hizo esta investigación, después que yo hice la otra parte, él usaba una figura de la cual estoy de acuerdo, que es pararse sobre los hombros para mirar más lejos.  Cuando él estaba haciendo esto me preguntó si me interesaba juntar (mi parte) y hacer un libro. Fue bastante rápido porque justo Piñera estaba en campaña. Fue muy intenso ese proceso y me quedó la inquietud de cómo yo podría hacer uno”, cuenta el periodista.

“Más allá de los enormes montos involucrados, esta historia da cuenta de una forma de entender los impuestos que es posible reconocer en otras estrategias tributarias y que tiene un gran impacto en la alta concentración de la riqueza que ostenta Chile y en su elevada desigualdad económica”, extracto de Empresarios Zombis.

No sería hasta que llegara a la revista Sábado de El Mercurio cuando tuvo la posibilidad de publicar un libro con él como único autor. Mientras trabajaba en la sección de crónicas, comenzó a adentrarse en el tema de la migración, fue allí cuando la editora del Centro de Investigación y Proyectos Periodísticos (CIP) de la UDP,  le ofreció la posibilidad de convertir sus textos en algo más grande. Una invitación que lo llevó durante dos años a caminar junto a estas historias, no se convirtió en migrante, ni vivió “por algunas horas” la experiencia, sino que acompañó. “Fue interesante porque me metí full de lleno en este tema. Me interesa más esta carrera de largo aliento que los 100 metros planos, me interesa mirar desde distintas perspectivas. Gina Morello (periodista colombiana) utiliza la frase: “caminar con los otros” y este trabajo fue así, esta idea de estar con los otros mientras te van contando”.

El proceso partió con la documentación. Leyó todo lo que encontró sobre el tema para interiorizarse. Al inicio, pensó en realizar varias crónicas, pero se decantó por tomar 4 historias que daban cuenta sobre el fenómeno. El tratamiento parte usando los casos que datan de los noventa, donde los principales desplazados vienen desde Perú y Bolivia. En seguida se va por las más recientes, donde se profundiza en los casos de venezolanos y haitianos. Su intención era aportar matices a la discusión.

“Es el día en que el SML ha decidido inhumar todos los cuerpos olvidados. El de Silvia Ninaja es el más antiguo de los tres: hoy cumplió 1.323 días en una cámara de frío. Sus restos son la encarnación de la interseccionalidad: mujer, pobre, probablemente indígena y migrante”. Crónica N4: El cuerpo de Silvia, Nosotros no estamos Acá.

Sobre este libro el periodista reflexiona: “Cuando se habla de las expulsiones a los migrantes porque cometen el delito de entrar indocumentado, entonces contemos el relato de un indocumentado ¿Es el delincuente que las autoridades y el gobierno te dicen que son?,  contemos la historia, pongámosle complejidad para no quedarnos con la caricatura y el slogan que se repite mucho en épocas de elecciones.  Me interesa que la gente pueda acercarse a la migración desde la vida cotidiana y empatice de alguna manera con todas las dificultades del diario vivir”.

“Fue una locura. Venía un gentío de venezolanos. Salimos a las ocho de la noche y no paramos de caminar. Los Coyotes allá dicen que cuando ves la luz verde del faro, en el horizonte, ese es el lugar donde tienes que llegar. Se ve cerca, pero caminas y caminas y no llegas nunca. Antes de eso pasas los campos minados y de ahí para allá empiezan las montañas. Al cruzar el faro, tomamos a mano derecha, subimos y bajamos cerros, hasta que caímos en la playa. Ahí ya estábamos en Chile. Caminamos por la orilla, por la arena y por el mar, pasamos en el aeropuerto y una academia militar. Para adelante no había alcabalas. Yo iba con un niño en brazos, de una venezolana que no podía más. Las olas eran fuertes, me llegaban a la rodilla. Cuando pasé a Arica se me quitó todo el cansancio y el sueño, de la emoción que tenía”. Extracto de la Crónica N1, Diario de un indocumentado, Nosotros no estamos acá.

A 20 años de haber migrado del Maule Jorge continúa su exploración en busca de historias “A veces se pierde esa perspectiva de que somos contadores de historias. Yo trato, en todo momento, saber cuáles de esas merecen una tribuna más”.

 

* Esta entrevista se realizó y escribió en conjunto con Matías Maldonado, estudiante de periodismo en práctica de Revista Endémica.

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