(*Publicación especial aniversario)
Hace un año fuimos invitados a participar de esta hermosa iniciativa cultural y ciudadana. Con mucha humildad nos permitimos compartir con todos y todas experiencias de vinculación con nuestras comunidades; camino recorrido por nuestro Museo Histórico de Yerbas Buenas desde su origen fundacional.
En 1976 el Museo se funda en torno a la participación activa de la comunidad yerbabuenina, quienes donan gran parte de la actual colección de la exhibición permanente. Este hecho no mermó la fuerte carga histórica tradicional y conservadora que tenían los museos en Chile en esa época, principalmente por el contexto histórico traumático por el que pasaba nuestro país en esos años, y por la imagen que el filósofo alemán Theodor Adorno homologa entre museo y mausoleo: como un lugar de silencio absoluto y de petrificación de la realidad.
A pesar de este escenario, son innumerables las acciones que posicionan a nuestro Museo de esa época, y hasta hoy, como un eje de cultura en la comuna, lo que permite que hacia el año 2011 se proyecte una museografía en la que se incorporaron los relatos y testimonios de nuestra comunidad mediante una acción participativa de exploración etnográfica. Elemento que enriquece la exhibición permanente, generando que los objetos puedan cobrar vida a través de relatos de un notable valor patrimonial.
Esta visión más dinámica de los museos, en la que se incorpora a las comunidades y se recogen elementos del territorio en la construcción colectiva de un relato común, comienza a fraguarse en distintos países de América Latina desde los años 60 en adelante, pero confluyen en la denominada Mesa de Santiago de 1972, instancia promovida por la Unesco para abordar el tema del desarrollo y del papel de los museos en el mundo contemporáneo y que plantea la mirada desde la integralidad de los museos. En Chile sin embargo y debido al apagón cultural promovido por la dictadura cívico-militar, los acuerdos de esta Mesa pasaron al olvido por considerar peligrosa cualquier instancia de connotación social o que promoviera la participación ciudadana.
Afortunadamente ese escenario cambió, y hoy Chile está a la altura y a la vanguardia en áreas de la museología y la museografía, permitiendo que nuestra sociedad deje de asumir los muesos como una pesada y lenta mole sepulcral, para dar paso a esa visión del museo integral propuesta por la Mesa de Santiago:
“El museo es una institución al servicio de la sociedad, de la cual es parte inalienable y tiene en su esencia misma los elementos que le permiten participar en la formación de la conciencia de las comunidades a las cuales sirve y a través de esta conciencia puede contribuir a llevar a la acción a dichas comunidades, proyectando su actividad en el ámbito histórico que debe rematar en la problemática actual: es decir anudando el pasado con el presente y comprometiéndose con los cambios estructurales imperantes y provocando otros dentro de la realidad Nacional respectiva.”
Los museos están invitados a asumir su rol social y constituirse en un espacio donde se construyen miradas comunes y se recogen las problemáticas sociales y los cambios que la sociedad del siglo XXI está demandando. Los y las ciudadanas exigen participación democrática y horizontal; la participación desde arriba está obsoleta, y como trabajadores y trabajadoras de instituciones culturales debemos asumirlo responsablemente y con compromiso social.
Como Museo nos planteamos frente a este desafío desde el cuestionamiento de nuestro rol social, y no debemos ir muy lejos para encontrar el sostén que nos permite experimentar este camino transformador, basta encontrarnos con la memoria, en el territorio, saliendo de las barreras que nos ponen los muros del museo, al campo, en contacto con las personas, quienes siempre se muestran motivadas a participar de procesos colectivos y más si se trata del rescate de la memoria como una práctica social. Tampoco debemos olvidar en la participación activa de nuestras comunidades que son ellos los llamados a reinterpretar nuestra historia y asumirla en permanente construcción, resignificándola y revalorando nuestro patrimonio.
En este contexto y entendiendo nuestras comunidades desde esta perspectiva, el Museo se dispara y moviliza a la acción desde la Educación Patrimonial, porque queremos hacer del patrimonio que resguardamos algo relevante para nuestra comunidad. Y la clave para hacerlo es el trabajo colaborativo con distintas instituciones y organizaciones comunitarias, que ven en el museo un eje de cultura que permite visibilizar los saberes y tradiciones de nuestro territorio y de nuestras colecciones. Y en este escenario resulta fundamental mantener una escucha activa frente a los intereses y motivaciones de las personas, elemento que da dinamismo a nuestra relación con las comunidades.
En el contexto de pandemia actual, enfrentados a las dificultades por todos vividas, este enfoque no lo hemos perdido, sólo hemos tenido que replantearnos para continuar asumiendo el desafío pero ahora desde lo virtual. Tuvimos que adecuar actividades educativas en torno a nuestro programa de Educación Patrimonial y Formación Ciudadana, vinculándolas con el Proyecto Nacional de la Semana de la Educación Artística, SEA 2020, promoviendo con los estudiantes del Local Anexo del Liceo Juan de Dios Puga, la creación de colecciones afectivas familiares. Proyecto en desarrollo que sabemos tendrá enorme éxito en noviembre con intervención en la propia exhibición permanente del Museo. Con agrupaciones comunitarias, por otro frente, y en colaboración con nuestro Municipio, se han generado cápsulas audiovisuales en torno a los Sabores de Yerbas Buenas como una forma de rescatar y reencontrarnos con tradiciones, saberes y prácticas del mundo rural que están en peligro de perderse. Todas estas acciones nos permiten mantener el vínculo activo con nuestras comunidades, y no perder de vista a la comunidad en su más amplio espectro, niños y niñas, mujeres campesinas, adultos mayores, etc.
Esperamos que en un futuro soñado podamos reencontrarnos con quienes ya habíamos iniciado un vínculo, para seguir trabajando en torno al patrimonio, la memoria y el corazón. Y por qué no pensarlo, que sumemos más comunidades, agrupaciones, muchas voces más para seguir escuchando y co-creando.