Revista Endémica

Fotografía

Un viaje fotográfico por la vida de los migrantes en el Maule

Por Mauricio Cordero

“Mirada Migrante Maule” ofrece una ventana única al proceso de integración de los migrantes en la Región del Maule. Este proyecto fotográfico, financiado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, documenta las vivencias de seis migrantes que han hecho del Maule su nuevo hogar. A través del poder de la fotografía, cada uno de ellos capturó su entorno cotidiano, reflejando la interacción entre identidad, memoria y adaptación.

Concebido y dirigido por la diseñadora gráfica y fotógrafa urbana Lorena Araya Ortega, “Mirada Migrante Maule” busca valorizar el aporte cultural de los migrantes mediante un ejercicio de autorretrato social. Los participantes, originarios de Argentina, Venezuela, México, Haití, Colombia y Francia, retrataron sus vidas en el Maule, explorando desde su propia perspectiva los desafíos y alegrías de construir una nueva identidad en una tierra lejana.

Entre los protagonistas de esta iniciativa se encuentran Gabriel Huerta de Argentina, Graciela Torres de Venezuela, Alejandro Ortega de México, Arielle Marcelin de Haití, Marisol Romero de Colombia y Benjamín Labbé de Francia. Cada uno plasmó en imágenes su entorno, desde objetos y escenas cotidianas hasta elementos que evocan recuerdos de su país de origen. Estas fotografías, acompañadas de relatos personales, construyen un puente entre el pasado y el presente, reflejando la riqueza de sus experiencias migratorias.

“Mirada Migrante Maule” no solo documenta la realidad de los migrantes en la región, sino que también invita a la comunidad a reflexionar sobre la riqueza que la diversidad cultural aporta a la sociedad chilena. Sobre esto y mucho más en torno a esta experiencia, conversamos con la responsable del proyecto, Lorena Araya, en la siguiente entrevista:

– ¿Qué te inspiró a crear el proyecto “Mirada Migrante Maule” y cómo fue el proceso de seleccionar a los seis participantes?

-Como fotógrafa, siempre he sido muy observadora, especialmente de lo que ocurre en las calles. Siendo de Molina, me he dado cuenta de la migración temporal que se produce cada año, y cómo los medios de comunicación suelen mostrar una percepción negativa de los migrantes. Esa inquietud y el malestar social que se refleja en las noticias y en los comentarios de la gente me motivaron a comenzar retratando migrantes en las calles, donde los encontraba.

En mi trabajo conocí a tres de ellos, y conversando se me ocurrió crear un proyecto que reflejara la experiencia del migrante al llegar a un país distinto a través de la fotografía. Una vez aprobado el proyecto, comenzamos con la convocatoria utilizando diferentes medios, como internet, volantes y redes comunitarias. Se entrevistaron a unos 15 posibles participantes de diversas nacionalidades como Turquía, China, Perú y Bolivia, pero finalmente seleccionamos a los más comprometidos, ya que muchos de ellos estaban indocumentados y temían las represalias sociales.

Del trabajo incorporamos a Graciela de Venezuela y a Gabriel de Argentina, a quienes conocía desde hace años. Encontré a Alejandro, un mexicano, mientras almorzaba en un restaurante; su acento era distinto, y cuando le conté del proyecto, aceptó de inmediato. En Curicó, conocimos a Marisol, de Colombia, quien nos comentó que su pareja era francés, así que los invitamos a participar. Arielle, una enfermera haitiana que hablaba muy bien español, fue recomendada por una amiga. De esta manera, conformamos un grupo de seis migrantes documentados, dispuestos a expresar lo que sentían a través del proyecto.

-¿Podrías contarnos más sobre cómo fue la experiencia de trabajar directamente con los migrantes en la creación de sus autorretratos y qué desafíos enfrentaron durante el proyecto?

-Fue un desafío tanto personal como profesional. Nos encontramos con historias de vida que me emocionaron profundamente: relatos de supervivencia, amor y la búsqueda de un lugar mejor, como el caso de Benjamin, un francés que lleva 15 años en Chile porque se enamoró del paisaje.

Desde el inicio, nuestro objetivo fue valorar el aporte cultural del grupo a través de la fotografía, promoviendo este ejercicio de autorretrato social desde la búsqueda de identidad en el proceso de integración. Organizamos un “Taller de conocimientos previos de fotografía” en dos sesiones, con una metodología teórica y práctica. Además, invitamos a Andrea Markovits, una profesional en Artes y Dramaterapia, quien abordó la fotografía como objeto de memoria.

Durante el taller, se entregaron herramientas analíticas que permitieron a los participantes reflexionar sobre sus procesos de integración, a partir de las imágenes que producían. Cada participante desarrolló habilidades expresivas mediante el aprendizaje técnico de la fotografía y la asimilación del lenguaje visual. También tuvieron la oportunidad de expresarse a través de una bitácora autobiográfica, que incluía reflexiones personales acompañadas de fotografías, recortes, dibujos y textos.

Las imágenes seleccionadas representaban su entorno cotidiano, objetos, comidas y escenas de su vida diaria, llenas de añoranzas y recuerdos. Un desafío recurrente fue el autoconcepto de creatividad; muchos creían no tener capacidades creativas y tuvimos que reforzar la idea de que la creatividad no era lo más importante, sino su proceso de integración. Algunos participantes nunca habían reflexionado sobre su condición de migrantes o sobre su experiencia en Chile, y esto les permitió ver su situación desde una nueva perspectiva. Las historias de los participantes de Argentina, México y Francia eran muy distintas a las de Venezuela, Haití y Colombia, donde las mujeres han enfrentado insultos y discriminación, y les ha costado mucho ocupar su lugar en nuestra sociedad.

– ¿Qué descubriste personalmente a través de este proyecto?

Este proyecto me llevó a un proceso de reflexión profunda. Siempre he disfrutado fotografiar lo que está marginado, lo que la gente suele ignorar. Esta observación de lo invisible me resulta natural, quizá porque me veo reflejada en esas imágenes. La fotografía tiene la magia de capturar instantes de la vida cotidiana, y es un soporte que en el Maule no se ve con frecuencia en exposiciones, aunque parezca contradictorio en una era donde todo se consume en imágenes y videos a través de la web.

Siempre he trabajado sin miedo al qué dirán, y en este proyecto también me siento representada. Me gusta capturar imágenes en blanco y negro, siento que tienen una presencia diferente. Mis referentes en la fotografía son Paz Errázuriz, quien retrata lo crudo y lo marginal, y la simetría de Sergio Larraín, quienes utilizan la fotografía como una herramienta de expresión artística. Actualmente, estoy preparando otro proyecto de autorretrato social, y si obtenemos los fondos, pronto compartiré los resultados.

-¿Cuál fue la reacción del público al ver la exposición itinerante en las comunas de Molina, Curicó y Talca, y cómo crees que este proyecto ha influido en la percepción de la migración en la región del Maule?

Sabemos que la migración siempre ha existido, pero ahora es un tema mucho más polémico y controversial. En el Maule, hay pocos escenarios culturales donde se genere esta reflexión con la comunidad, y este proyecto ha sido un aporte importante para abrir nuevos diálogos. A través de la fotografía, hemos logrado romper con la idea de una identidad cerrada y territorial, destacando el valor cultural y el aporte social de los migrantes.

Cada fotografía es un testimonio único que refleja cómo se sienten ante las dificultades de adaptarse a un nuevo país. No podemos dejar el espacio solo a los medios de comunicación; en el Maule, también debemos ocupar otros medios. Es por eso que quisimos explorar nuevos espacios físicos para abrir estos diálogos, como el Cesfam de Molina, donde en una semana más de mil personas vieron la exposición. También incorporamos la sección “Mi Mirada”, donde los habitantes pudieron expresar su opinión sobre el proyecto.

De octubre de 2023 a marzo de 2024, llevamos a cabo todas las etapas del proyecto, desde la planificación hasta la exposición y cierre. La estrategia de difusión fue esencial, utilizando plataformas virtuales, colaboraciones con agentes culturales y apariciones en medios locales. Tuvimos la oportunidad de conversar en el programa “Tirando pa’rriba, el matinal de Molina”, donde compartimos las experiencias del proyecto con la comunidad.

-El proyecto no solo se enfocó en la fotografía, sino también en la promoción de la integración socio-cultural. ¿Qué impacto esperas que “Mirada Migrante Maule” tenga a largo plazo en la comunidad y en la vida de los migrantes que participaron?

-Nuestro objetivo principal fue ser garantes, de manera eficiente, de los derechos de los inmigrantes, asegurando que no existan ciudadanos de primera categoría (nacionales) en desmedro de ciudadanos de segunda categoría (extranjeros). Queríamos contribuir a que quede obsoleta la “dialéctica de la negación del otro”, donde se entiende al “otro” como inferior.

Es innegable que el flujo de la población inmigrante debe ser regulado, pero siempre garantizando los derechos fundamentales de estas personas, especialmente sus derechos sociales. Este proyecto buscó analizar el proceso de integración desde la experiencia misma de los y las migrantes, considerando aspectos económicos, sociales y culturales. A través de la fotografía y del proyecto en sí, pretendimos que los participantes transmitieran su perspectiva como migrantes, mostrando cómo ocurre su proceso de incorporación a una sociedad que inicialmente no es la suya, pero que empieza a serlo a medida que se desenvuelven en este nuevo entorno. Esto generó autoestima, conciencia y conocimiento de su nuevo contexto.

Espero que “Mirada Migrante Maule” tenga un impacto duradero, contribuyendo a la concientización, sensibilización y reflexión en torno a la migración. La creación de instancias culturales donde se aborde esta realidad como un tema actual y controversial, fomentando el diálogo directo sobre la migración, es esencial.

Al evaluar el proyecto después de su finalización, concluimos que logramos establecer nuevos diálogos en torno a la migración, lo que nos llena de gratitud y satisfacción. Nos sentimos felices de haber podido proyectar un proyecto tan innovador y audaz. La exposición ha generado tanto interés que ya tenemos agendas para este año, habiendo sido invitados a ferias y exposiciones sobre migración en el Maule.

Por otro lado, nuestros participantes migrantes fueron reconocidos en sus entornos locales. Nos comentan que el recibimiento por parte de la población fue muy favorable tras verlos participar en el proyecto y también en el catálogo de foto relatos. Sentimos que contribuimos a la sensibilización y que la comunidad valoró enormemente este proyecto.

Sin embargo, aún queda un aspecto que debemos seguir abordando como sociedad: reconocer que no todos somos iguales y cuestionarnos qué nos sucede a nosotros cuando convivimos a diario con una persona migrante. ¿Qué significa realmente ser migrante? ¿Estamos en un nuevo Chile? Creo que estas preguntas aún requieren una profunda reflexión para que podamos decir con justicia la frase típica chilena: «Y verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero».


Para conocer más sobre “Mirada Migrante Maule”, sigue al proyecto en Instagram. 

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