Revista Endémica

Literatura

Opinión: La Biblioteca como espacio de resistencia

Por Claudia Araya

¿Por qué ir a una biblioteca? ¿Qué es exactamente una biblioteca, más allá del lugar donde transitan y, muchas veces, descansan los libros? ¿Qué ha significado para distintas sociedades, la destrucción, prohibición y censura de libros?.

Si ya sabemos que un proyecto político es también un proyecto social, y que la importancia y los recursos que se le dan a la educación y a la cultura reflejan el tipo de sociedad al que ese proyecto político aspira; no es inútil recordar la trayectoria de las editoriales estatales. ¿Cuándo y por qué el estado decidió invertir en ellas?

Por Francisca Oróstica, equipo Festival Pasadas pa’ la Pluma

*El afiche es de Camila Bastías y las fotografías de Pablo Oróstica.

A inicios de los años 70 y a partir del programa de la Unidad Popular, la promoción de la lectura y el acceso a libros y revistas tuvo un lugar relevante en la construcción de una “nueva cultura para la sociedad chilena” (Programa básico de gobierno de la Unidad Popular). Es en este período donde se lleva a cabo el proceso de estatización de la Editorial Zig-Zag, la que se convertiría en la Sociedad Empresa Editora Quimantú Limitada. Su nombre, tal como consigna el sitio Memoria Chilena, proviene de Kim y antú, ‘sol del saber'” en mapudungun. Su rol fue facilitar el acceso al libro y la lectura mediante políticas de producción y distribución que abarataban los costos de edición y venta. Por ello, los niños y niñas chilenas; sus padres, madres y abuelos, pudieron disfrutar de colecciones como “Quimantú para todos” o “Cuadernos de Educación Popular”, además de revistas infantiles, de deportes, o culturales; todas ellas desaparecidas el año 1973.  Más de algún lector recordará la colección Minilibros, con clásicos de la literatura chilena y mundial.

A partir del 73, “las políticas diseñadas por los asesores del régimen se caracterizaron por llevar a cabo una política cultural que buscara reivindicar una visión nacionalista, capaz de cohesionar al país en función de la identidad nacional y la unidad geográfica y política”, explica el investigador Luis Hernán Errázuriz; lo que se traduce en que la calidad de la educación se ve dañada por políticas culturales regresivas.

La bibliotecóloga e investigadora, Mónica Núñez Navarrete, sostiene entonces, que la experiencia de las bibliotecas populares en los años 80, ofrece narrativas testimoniales de la historia reciente para la comprensión de pasados difíciles en lo cultural y educativo. “Pobladores y pobladoras que se sentían excluidos del sistema se organizaron para buscar senderos que los llevasen a crear espacios de inclusión, de libertad y diálogo (…) y se transformaron en instancias culturales populares, espacios de reunión, confraternidad y solidaridad, cuyo bastión fue la cultura, el arte, la lectura, el conocimiento y la libertad de pensar, pero que además incidieron en las formas de vinculación social de las comunidades”.

En la actualidad, los servicios de las bibliotecas públicas tienen una función cultural, social, educadora y económica. La función cultural y patrimonial radica en que están ubicadas en el corazón de la comunidad, lugares de encuentro, de comunicación y participación con acceso libre y voluntario a la lectura, la investigación y la creatividad. “Si bien está relacionada con las artes literarias, sus espacios son escenario de otras artes como la pintura, escultura, música, del folklore y artesanía. Es también función de las bibliotecas contribuir a la recopilación, conservación y difusión del patrimonio cultural de la comunidad, conservando así su identidad”, consigna el sitio gubernamental de bibliotecas públicas.

Asimismo, en su función social, la biblioteca es un agente social dinámico en el proceso de afianzamiento de la democracia al proporcionar el libre acceso a la información publicada. Y, en su función educadora, es un importante agente en el proceso de aprendizaje permanente.

A partir de octubre, la Biblioteca Pública Municipal de la Florida 256, en Talca; será centro de iniciativas en torno al Festival de Literatura “Pasadas pa’ la Pluma” -financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes- iniciativa de la Junta de Vecinos Unidad 30 del mismo barrio, junto a la psicóloga y poeta, Alejandra Moya y la cientista política, Catalina Salazar. El barrio se movilizará siendo centro de esta iniciativa, que contará con talleres de poesía, ilustración y dramatización de textos, entre otras acciones, a cargo de profesionales de la región. A su programación habitual, que da cuenta de las múltiples funciones anteriormente señaladas, la biblioteca se abre como un punto de encuentro y creatividad de actividades codiseñadas por la vecindad.

Poner atención a este rol movilizador y a la contribución de estas iniciativas a la democratización cultural, permite observar el rol de las bibliotecas más allá de su edificación, ubicación o masividad. Participar de ese espacio, parece ser una forma de resistencia y una reivindicación histórica,

La instauración, soporte y sostenibilidad de una biblioteca, es entonces, la declaración de una visión sobre la sociedad a la que queremos pertenecer. Es un espacio de encuentro contra el individualismo. Es el conjunto sosteniendo al individuo.

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