Por Lilian Barraza Pizarro, escritora maulina y Magíster en Educación de las Humanidades, Literatura y Artes
Cada vez más, la acción de leer se ha transformado en un acto humano escaso. Si hablamos de géneros literarios y de leer por gusto personal, la Cámara Chilena del Libro menciona que el género mayormente leído es el narrativo, específicamente, la novela. También señala que están ganando terreno los libros de autoayuda y superación personal, no se menciona otros géneros como el dramático. Sin embargo, la producción de estas obras literarias ha ido en aumento en el último tiempo. ¿Cuál es la situación de las dramaturgas?.
Después de una excelsa Isidora Aguirre, única entre prominentes dramaturgos chilenos, ha emergido con bastante energía una generación de escritoras nacidas a fines de los 70 u 80. Entre ellas, Carla Zúñiga Morales (1986), Leyla Selman Soto (Concepción, 1976), Ana Harcha Cortés (Pitrufquén, 1976), Manuela Oyarzún Grau (Santiago, 1978), Paula Aros Gho (Santiago, 1978), Manuela Infante Güel (Santiago, 1980), Elisa Zulueta Yáñez (Santiago, 1981) y Alejandra Moffat Varas (Los Ángeles, 1982).
La situación se ha replicado en el Maule, pues el Ministerio de Cultura ha subvencionado proyectos como el Festival de Dramaturgia Maulina (FEDAM), organizado en tres periodos consecutivos por las actrices Soledad Cruz y Paula Araya de Maulina Producciones. En cada festival se desarrollaron talleres que fueron un loable semillero de autores(as), dictados por Juan Radrigán, Luis Barrales y Ramón Griffero, respectivamente. En esta celebración del “Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor”, recién pasado, quiero referirme a la dramaturga JOANNA MELLADO FLORES (Talca, 1979), participante de estos talleres y quien se ha convertido en una gran referente a nivel regional y nacional.
Joanna es Comunicadora Audiovisual y tiene un Diplomado en Gestión Cultural y Políticas Culturales. Como dramaturga tiene a su haber dos obras publicadas y otras aún inéditas. Su primera obra “Los Caracoles” nace de su participación en el taller de Radrigán (FEDAM). Luego, escribió la obra “La Matashoros” con una temática distinta, pero empleando técnicas similares de escritura. Aunque además escribe cuentos y conoce cómo escribir guiones, le parece mucho más atractiva la obra dramática, porque se centra en la acción, se pueden incluir puntos de vista en las acotaciones y son versátiles, ya que se puede mezclar con otros géneros como la poesía (la décima).
Es interesante la postura creativa de Joanna Mellado. Como el caracol, avanza poco a poco dejando huella, un sendero visible e indeleble. Y, como el caracol, absorbe nutrientes de todos lados. Así es, su creatividad nace de la observación de situaciones reales, de películas que ha visto, de libros de Allan Poe y Kafka, de textos psicológicos, de medicina y biología, también entra en juego el azar y, a veces, considera elementos dramatúrgicos o necesidades escénicas. Sus obras han sido publicadas en Nueva “Dramaturgia Maulina” (Ril Editores, 2014) y está listo para salir el libro “Dramaturgas Chilenas. Santiago no es Chile” de Isabel Sapian Caro y Gabriela González Fajardo (Oximorón, 2024).
A Joanna Mellado, le gusta sorprender. Sus textos emulan el Teatro Épico. Si bien no existe un narrador en sus obras, éstas delatan aquello que no se dice e incomoda. La adicción, por ejemplo. Todos somos adictos a algo: la comida, la compra compulsiva, los juegos, el uso excesivo del celular y existe una relación patológica en esto, sin embargo, sólo algunas adicciones son condenadas, como sucede a la protagonista de “La Matashoros”, una joven de la calle. La obra sólo tiene dos personajes, uno de los cuales personifica todos los nodos profesionales, para representar que si bien los organismos son distintos, las situaciones se repiten.
En sus obras encontramos un efecto de extrañamiento brechtiano, el lector se distancia para reconocerse en el otro(a) en un sistema cruel y deshumanizante. La obra nace al observar una entrevista de un chico que quería rehabilitarse y a quien la burocracia le impidió lograrlo. Esto se representa muy bien en “La Matashoros”, el sistema que supuestamente brinda apoyo a quienes tienen problemas se vuelve inmune al malestar ajeno. La obra finaliza con la reconstitución de escena, donde la examiga (Caro) tiene voz. La dramaturga cree que, como en la vida, a los personajes secundarios también le pasan cosas y su mirada de los hechos es relevante.
Su obra “Los Caracoles”, por otro lado, tiene tres personajes: Abuela, Madre e Hija que retorna a la casa y es despreciada por las primeras. Todas ellas sin nombre, pues la dramaturga quiere representar a cualquier abuela, madre o hija. En este drama también se quiebra el desarrollo habitual, la estructura interna de la obra dramática, pues pueden percibirse varios conflictos, lo que desencadena que la hija pase de ser víctima a ser victimaria. Dentro de los temas vigentes que se despliegan y que luego se transforman en conflictos para el “desarrollo” de la protagonista, está la ruralidad. La ruralidad equivale a aislamiento, lo marginal, lo feo en varios aspectos. El paisaje fuera de la ventana es agradable, pero la casa es de adobe, oscura, con mobiliario antiguo y está muy alejada de otras personas. La única tecnología que tienen es un teléfono por su invernadero de caracoles, pero no lo contestan.
Al interior de esta vivienda de adobe existe un sistema familiar disruptivo. Las personajes no actúan de acuerdo con los roles sociales de protección y cariño que se esperan de una madre y abuela. La hija es despreciada por haber nacido mujer, por regresar a la casa y se le niega constantemente un lugar en la mesa, escondiéndole la silla para sentarse. En esta ruralidad se perpetúan estereotipos y prejuicios sexuales extraídos de la naturaleza. Se cuida al macho porque es el semental que asegura la progenie y, en consecuencia, la producción. La Abuela le dice a la Hija (nieta): ¿Alguna vez te conté que cuando tu mamá estaba embarazada de ti, yo soñaba que ibas a ser un niñito?… No te imaginai lo feliz que estaba…” Luego, la madre reafirma: “Y yo también, siempre quise tener un niñito”. Posteriormente, la Abuela expresa: “Además, siempre los hombres de la familia han sido más buenos mozos que las mujeres, no hace falta más que verte… Seguro que si hubieses sido hombre ya estarías casado y con uno o dos críos por lo menos (…) Y tu papá, si lo hubieras visto, pucha que estaba ilusionado el pobre bruto. Y te pusimos ese nombre porque yo soñé que tenías que llamarte así, pero en masculino, claro. Le tuvimos agregar la A.
Dicen que los caracoles son criaturas fascinantes que desempeñan un papel importante en su ecosistema. Si bien Joanna Mellado Flores siempre se ha vinculado a las artes escénicas desde la dramaturgia, también lo hace desde la producción, trabajando en el Colectivo artístico La Monja sin cabeza. Ella, junto a la Asociación Mezclados, creó y desarrolló los festivales: Teatro Cuento y Circo por el Maule (2022) y Teatro, Danza y Circo por el Maule (2023), ambos proyectos escénicos financiados por el Ministerio de Cultura. Como fundadora, la intención de esta artista fue que se ejecutaran en comunas rurales como Curepto, Pelarco, Teno, Villa Alegre, entre otras. Además de lo anterior, también se vincula desde la dirección teatral. Actualmente, junto al dramaturgo Dan Contreras, están preparando una obra en la que se enlazan tres textos y que sale a la luz el segundo semestre de este año. Así también, ha impartido talleres de dramaturgia para la Escuela Cómica de La Pala (2023) y el Laboratorio de Dramaturgia Alter-Nativo (2021).