Se termina el verano y debo confesar que no fueron muchas las tocatas a las que pude asistir viviendo en el Maule. Tenía algunas en agenda, pero se postergaron por la pandemia. Después vino la guerra, el inicio de las clases, los tacos, el cambio de mando y todo eso que hace que a uno le cueste concentrarse en la música.
No obstante, tengo la suerte de estar rodeado de amigas y amigos que disfrutan la música a concho, y que me motivaron a escribir sobre un par de bandas que vimos en vivo durante el último tiempo y que me trasladaron a mi época de escolar rockero metalero. Además, me abrieron la ventana para ver lo que está sucediendo en algunos barrios de nuestra región.
No debe ser ajena para ustedes esa época liceana en que las tocatas metaleras encendían tardes de chelas ilegales en algún galpón o patio trasero de alguna casa antigua. Eventos de humilde amplificación, pero de entusiasmo soberbio y energías desbordantes. Juntas o batallas de bandas que con el tiempo fueron diluyéndose quizás por la masividad de la música urbana, quizás por la hegemonía de las rancheras en nuestro territorio, o quizás porque los ambientes en algunas ocasiones se volvían ¿un poco? tóxicos. Quién sabe.
Pero no todo está perdido. En varios rincones de nuestras comunas todavía vive el germen oscuro y turbulento del rock pesado, el metal y sus subgéneros. Un buen ejemplo de ello acá en Linares es la banda Criatura, a quienes vi hace poco en vivo y me gustaron mucho. Aunque en internet no hay tanto material sobre ellos, encontré este trabajo muy interesante del 2018:
Sin embargo, la escena de Linares no es lo que me motivó a escribir esta columna. Un poco más al norte, en el barrio Estación Villa Alegre, comuna de Villa Alegre, me encontré con un grupo de músicos que se la están jugando por darle circulación a una interesante movida rockera.
Se podría decir que mi coincidencia con estas bandas fue fortuita. Un sábado en la noche, después de asistir a un mini festival en San Javier, recibí la llamada de un par de amigos que me invitaron a una fogata en Villa Alegre. Como estaba cerca, a última hora decidí ir. Llevaba más vino que expectativas. Y mi experiencia superó con creces lo que esperaba.
Allí, en el patio trasero de una construcción de adobe, iluminado por troncos de parra encendidos, escuché por primera vez a Veneno Agrio. Me llamó mucho la atención el protagonismo que tenía la armónica en sus canciones y el aura de hard rock noventero que proyectaban, quizás cercana a algunos temas de La Renga.
Integrada por Gustavo “tío Gus” (guitarra y voz), Gonzalo “Gonchi” (bajo), Maverick “Mave” (armónica, flauta traversa, flauta nativa) y Marcel (batería), Veneno Agrio es una de las pocas bandas que mantienen vivo el espíritu rockero villalegrino. Su entusiasmo por la música se ve reflejado en eventos autogestionados en los alrededores de su comuna, a donde acuden armados con amplificación, instrumentos y hasta su propio kit de luces.
Como suele ser común en los brotes de música alternativa de nuestra región, Veneno Agrio no cuenta todavía con registros fonográficos profesionales. En internet por ahora solo podemos escuchar este demo, que da cuenta de la identidad de este proyecto:
https://www.youtube.com/watch?v=rGweuan6cag
Estar en esa casona antigua rockeando trajo a mí una dosis importante de nostalgia. Había olvidado que en barrios remotos todavía estaba encendida la llama del rock pesado, y me quedé pensando que el indie o las corrientes musicales más vanguardistas (que es donde me muevo principalmente) eran cuestión de gente con oreja más pop o quizás parte de un mundo más digitalizado.
Más allá de eso, puedo decir que lo que vi en Villa Alegre me sorprendió positivamente. No solo por Veneno Agrio, también por otra potente banda como Weicha.
Y es que si de subgéneros alternativos se trata, creo que Weicha combina con gran habilidad lo clásico del heavy metal con un toque inmersivo y posmoderno. Lo que me permite aventurarme a decir que su música es algo así como un post metal, de vocación instrumental y atmosférica, donde guitarra, bajo y batería se caracterizan por tener un excelente groove y por alternar el protagonismo en el transcurso de cada canción.
Weicha está formada por los hermanos Nicolás (batería) y César (bajo), mientras que Héctor toca la guitarra eléctrica. Para nuestra desgracia, aún no cuentan con registros discográficos, pero ya cuentan con un kit de al menos ocho canciones propias que planean producir como su primer disco. Mientras, pueden apreciar una muestra de su trabajo en el siguiente registro de un ensayo (ojo con el baterista que es máquina):
Como pueden apreciar, en el Maule Sur hay nuevo material y talento para quienes gusten del rock pesado y el metal. Weicha y Veneno Agrio son un buen ejemplo de ello. Surge, sin embargo, la preocupación de cómo hacemos para que estas bandas no se pierdan en el submundo ni se desmotiven por la falta de oportunidades. Publicar registros sonoros y audiovisuales de calidad profesional es indispensable frente a este escenario. ¿Habrá por allí alguien que se anime a producir el trabajo de estos músicos?